Los tacos son uno de los más populares productos del ingenio mexicano. Ya sea como propuesta de una comida práctica para los trabajadores de las minas de Guanajuato o como alimento que las soldaderas proporcionaban a los combatientes durante la Revolución, es algo propio de la gastronomía de todo el país.
De entre la gran variedad de tacos que existen en la República, los pequeños tacos de canasta son un estilo prácticamente único en el centro del país. Más pequeños que los vaporcitos de Monterrey y con rellenos diferentes a los sudados de Guadalajara, estos bocados tienen un carácter especial.
Transportados en las icónicas bicicletas que se estacionan en las esquinas de escuelas, oficinas o parques, los tacos de canasta son uno de esos sabores íntimamente ligados con la vida capitalina.
Aunque no tiene mucho tiempo desde que fueron inventados, se trata de un ingenio nacido en una pequeña localidad a 10 kilómetros de la ciudad de Tlaxcala, desde donde surgieron para conquistar al mundo.

Un tlaxcalteca universal
La historia más aceptada sobre el origen de estos tacos, señala que se deben a un comerciante que, ante las malas cosechas de maíz en la localidad de San Vicente Xiloxochitla. decidió incursionar en el ámbito gastronómico por allá de la década de los 50.
Así, acomodó varias hileras de pequeños tacos de frijol y de haba al interior de una canasta, tomó su bicicleta y recorrió varias decenas de kilómetros para ofrecer este novedoso producto en plazas de la capital.

En la actualidad, el 80 por ciento de la población de San Vicente Xiloxochitla, en Tlaxcala, se dedican a la elaboración y venta de tacos de canasta, mismos que no solo se venden en los alrededores, sino en la Ciudad de México y otros puntos incluso más distantes.
La variedad también ha cambiado, pues a los taquitos de frijol se han sumado rellenos como chicharrón en salsa verde, papas con chorizo, pollo y otros guisados que siguen agasajando los paladares chilangos.
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