Pasión por Correr

Patitas en acción

Fue una noche en la que el amor perruno y por la carrera se fusionaron para crear magia pura y confirmar que, cuando se hable de amistad, amor y lealtad

Patitas en acción
Rossana Ayala / Pasión por Correr / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

¿Cuánto amor sentirá un perro por su humano que es capaz de correr al mismo ritmo que él, a su lado y si él se lo pide? Quizás el animal no sepa por qué corren, tal vez asume que hay algún peligro o simplemente ve la cara de su dueño y sepa que corre de felicidad, pero la mayor prueba de amor y lealtad que puede darnos ese ser, grande o pequeño, peludo o no, es hacer lo que nosotros hacemos y queremos que él haga, sin cuestionarnos o pedir explicaciones.

Eso fue lo hermoso de la noche del sábado pasado, cuando por las pistas del Autódromo Hermanos Rodríguez, donde normalmente rugen motores de autos o se escuchan gritos de euforia en conciertos, lo que se oía eran ladridos. Sí, voces de perro que gritaban, unos contentos por estar con sus amos, otros estresados por ver a tantos perros como ellos, pero todos, canes y humanos estaban felices, primero por estar juntos y segundo, porque se preparaban para una nueva aventura.

Desde las 5 de una tarde limpia y sin tanto frío, los caminos que conducen al Autódromo, justo donde se ubica el Foro GNP, comenzaron a llenarse de perritos y perritas de todas las razas que moviendo la cola, y a paso firme, avanzaban felices al lado de sus dueños. “Vivir es increíble”, se leía por todos lados y cualquiera que veía esa frase se repetía a sí mismo que es cierto, que vivir es increíble y que mientras estemos vivos debemos estar en movimiento. Y para eso llegaban de todos los puntos de la ciudad dueños y perros, atletas amateurs y profesionales, convocados por la “Séptima Carrera con causa GNP. Corre por un sueño”.

Era una estampa hermosa, humano y perro avanzando decididos a hacer algo que quizás muchos de ellos nunca habían hecho juntos. Una danza perfectamente sincronizada: las patitas del can, de cualquier raza que pueda imaginarse el lector, se movían armoniosas y entraban en perfecta sincronía con los pasos de su humano. Señoras con chihuahuas esbeltos; jóvenes con labradores de hermoso pelaje; niños con french poodles asustadizos; mujeres jóvenes con Pugs y Jack Rusells, en fin toda una gama de razas perrunas y cuerpos humanos moviéndose al compás en un perfecto vals.

En el punto de salida, justo al centro del foro, aquello era un concierto de ladridos y música ambiental que daba vida a la noche. Cada contingentes fue saliendo al grito de arranque: los que correrían 1.5 K y los que iban por 3.6 K, luego lo de 8.6 y 12.9K, estas dos solo para humanos. Y cuando ya pasaban de las 7, las caras de felicidad de perros y sus dueños, que trotaban al unísono, dejaba ver que el vínculo que ocurre entre humano y su mascota es casi perfecto. Ahí iban corriendo juntos y disfrutando la carrera. El perrito sacando la lengua pero feliz por ir al lado de su amo, y éste jadeando por mantener el ritmo de su animalito.

Fue una noche en la que el amor perruno y por la carrera se fusionaron para crear magia pura y confirmar que, cuando se hable de amistad, amor y lealtad, los humanos no somos los únicos en experimentar esos sentimientos, también ellos, animales al fin como nosotros, sin importar la raza, el pelaje o su tamaño, sienten y viven lo sublime de ser parte de nuestras vidas. Y quien no lo crea que vea un día correr, juntos, felices y unidos, a un humano y su perro.

POR ROSSANA AYALA

PAL

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