Las familias en México, y en el mundo, atraviesan tres tipos de pobreza: la pobreza económica, la pobreza de tiempo y la pobreza de afecto. La pobreza económica la encontramos de diferentes formas. Hoy casi la mitad de los hogares en México sufren de pobreza o pobreza extrema y más de la mitad no tienen las prestaciones mínimas para cualquier emergencia o para construir su patrimonio.
La pobreza económica a su vez es causa de otros problemas sociales como la deserción escolar, la mortalidad materno-infantil y el desempleo juvenil. Por lo tanto, resulta urgente promover políticas que combatan la pobreza económica en las familias, iniciando desde la procuración de servicios públicos eficientes, pasando por una vivienda digna, hasta la procuración de la educación financiera en el hogar, para que ninguna familia se quede atrás y ninguna se quede fuera.
Cuando la pobreza económica envuelve a un hogar, la pobreza de tiempo no tarda en llegar. Padres y madres de familia se ven obligados a buscar un segundo o hasta un tercer ingreso para sostener a sus familias. No es casualidad que México sea el país donde más horas se trabaja al año y el peor país para equilibrar la vida familiar y laboral de la OCDE. Padres y madres llegan a invertir hasta 800 horas al año y hasta la tercera parte de su ingreso en el transporte público para llegar a sus trabajos.
Es por eso que resulta relevante promover políticas que ayuden a padres y madres de familia a integrar mejor su vida laboral con la familiar, como licencias parentales, trabajo flexible y servicios familiares (guarderías, salas de lactancia…). La presencia de padres y madres de familia en el hogar, además, tiene repercusiones en el rendimiento escolar así como en la salud física y mental de sus hijos.
Cuando la pobreza de tiempo se apodera de un hogar, difícilmente se podrá evitar la pobreza de afecto. Hoy, se registran tres casos de violencia intrafamiliar por minuto en nuestro país. Hoy, se registran en promedio tres casos diarios de suicidio de niñas, niños y adolescentes.
Por lo tanto, es urgente promover políticas que ayuden a las familias a ampliar sus conocimientos y mejorar sus habilidades de convivencia en temas como crianza positiva, cuidado de personas dependientes y corresponsabilidad de mujeres y hombres en el hogar. La familia perfecta no existe pero si podemos aspirar a tener familias funcionales.
Por todo lo anterior, a nivel global se han promovido estudios y recomendaciones para promover políticas que ayuden a las familias a ser más funcionales, resilientes y sostenibles. La Declaración de Venecia es uno de estos instrumentos que exhorta a los gobiernos locales a trabajar por y con las familias para promover el desarrollo sostenible.
Una Ciudad Familiarmente Sostenible combate las pobrezas económica, de tiempo y de afecto en las familias. Promueve políticas públicas, destina presupuestos y realiza acciones concretas de forma transversal para promover el fortalecimiento familiar.
No es una utopía, es una necesidad urgente y una ruta posible. Hoy en México son 43 municipios que ya están emprendiendo este camino, sumando voluntades, innovando en la forma de hacer política pública, y sobre todo, buscando transformar la realidad y la vida de miles de familias mexicanas.
La familia marca el rumbo. Es el presente y el futuro de nuestro país. Tener Ciudades Familiarmente Sostenibles en México, es posible.
Juan Antonio López Baljarg
Director General del Instituto de Análisis de Política Familiar
@JuanBaljarg
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