MALOS MODOS

La hueva se apodera de las mañaneras

Señor presidente, se lo digo con la solidaridad popular, la fe transformadora y la voluntad de crítica constructiva que distingue a todo buen revolucionario: las Mañaneras se están volviendo un plomo

La hueva se apodera de las mañaneras
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Señor presidente, se lo digo con la solidaridad popular, la fe transformadora y la voluntad de crítica constructiva que distingue a todo buen revolucionario: las Mañaneras se están volviendo un plomo.

Las cosas empezaron a ponerse preocupantes cuando nos recetó a Silvio Rodríguez. Pero bueno, es Rodríguez, y todas las personas de izquierdas mayores de 50, e incluso personas que no son de izquierdas, se sienten obligadas a decir que les gusta Rodríguez. Se lo confieso: tengo amigos que al quinto tequila desempolvan la guitarra y terminan con la fiesta a punta de unicornios azules y otras canciones de amor misógino que sin embargo, ya sabe, son metáforas de la revolución. Así que uno, ante el silviazo, dice: “Es un tic muy común. Incluso un hombre con la sofisticación cultural de nuestro presidente puede tener un desliz”.

Y ya, todo bien: pasado el silviazo, seguimos con el espectáculo maravilloso de insultar periodistas y piropear a narcos o dictadores, eso que la comentocracia progresista llama un ejercicio incomparable de rendición de cuentas. Sí: estaban la –mis disculpas por la expresión– mega hueva inevitable de los zares pandémicos, o sea Alcocer, el abuelito antivaxer, y Gatell, con el peinado estilo “mi mamá me puso jugo de limón en el pelo”. Pero son cosas necesarias ante una tragedia. Ni hablar: esperaba uno a que acabaran y que usted nos deleitara otra vez con su humor cascabelero. Y entonces: Amaury Pérez. Y ahí sí, presidente, a uno se le activaron las alarmas.

Porque, señor, lo de Pérez es demasiado. Fraternalmente se lo digo, no hay manera con él. Vamos, ni aunque llevara en los coros a Scarlett Johansson y Anne Hathaway y regalara single malts a toda la concurrencia para superar, digamos, la canción del diccionario.

Fue un golpazo. Quiero decir: un golpazo de Valium. La verdad –perdone que me refiera a mi caso, pero creo que es revelador–, estuve tres días sin ver su conferencia matutina, tratando de convencerme de que le había pasado factura el desgaste de tantas comparecencias públicas, sobre todo a horas tan tempranas (espero que siga durmiendo sus seis horas de siesta después del desayuno, por el bien de todos); de que habíamos tocado fondo y de que, con esa constitución de corredor keniano y esa capacidad única para reinventarse y salir avante, volvería a subir el nivel. Y entonces, ¡bum!: un nuevo mínimo. Carlos Puebla.

Con todo cariño, compañero presidente, cuando, hace muchos años, mis tías y mis padres, mucho mayores que usted, eran de izquierdas, decían que viva Fidel y demás, pero que en esta casa no se escuchan esas cosas. “Mis convicciones no dan para tanto”, eso dejaban caer.

Frene el deterioro, señor. Déjenos llegar despiertos al final de las mañaneras. O del sexenio, para el caso.

Un abrazo de su seguro servidor, el doctor Patán.

 

Julio Patán 

Colaborador

@juliopatan09 

LSN

              

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