Hoy, la justicia y la dignidad de las mujeres han sido relegadas a un segundo plano. La decisión de evitar el desafuero de Cuauhtémoc Blanco por posible violencia sexual no solo es una afrenta a las víctimas, sino un mensaje peligroso para todas aquellas que buscan justicia en un sistema que, con actos como este, les demuestra que su dolor pasa a segundo plano.
Resulta grave que la mayoría de la Cámara de Diputados haya priorizado tecnicismos legales sobre la urgencia de proteger a las mujeres, y, además, que, en plena celebración de esta decisión, se hayan utilizado consignas del movimiento feminista para respaldar a un probable agresor. Es una burla cruel. Frases como “No estás sola” o “Yo sí te creo” surgieron como un grito colectivo de sororidad, como un faro para las víctimas que por décadas fueron silenciadas. Verlas ahora instrumentalizadas para defender a alguien señalado por violencia de género no solo es incongruente, es una traición a todo lo que representan.
La visión de la primera Secretaria de las Mujeres Citlalli Hernández es tenaz y contundente cuando expresa que no se puede perder la dimensión de justicia.
Ese enfoque en derechos humanos es responsabilidad de todas las personas servidoras públicas y compromiso ético y moral de un movimiento de izquierda.
Las y los diputados no son jueces ni juezas, por lo que centrar el debate en errores en la integración de la carpeta de investigación y no en la búsqueda de justicia es inadmisible.
Que Uriel Carmona, exfiscal acusado de encubrir feminicidas, haya instrumentalizado su cargo con fines políticos, no invalida la denuncia de una víctima ni justifica que se archive su exigencia de desafuero. No se debe priorizar la defensa política de un presunto agresor sobre los derechos de quien podría haber sufrido abuso. Defensa que, destaco, se pintó como un escenario dantesco con gritos de “no estás solo” de fondo.
Este espectáculo, ampliamente difundido podría alimentar un mensaje sumamente peligroso: que el poder puede blindar y que se pueden proteger a algunos antes que a las mujeres. ¿Qué sentirán las víctimas al ver esto? ¿Cuántas pensarán dos veces antes de denunciar, por miedo a no ser creídas, a ser revictimizadas o, peor aún, a ver a su agresor salir impune y hasta aplaudido? Insto a repensar lo ocurrido y a la reflexión consciente.
A pesar de que las investigaciones continuarán, el desafuero representaba un paso crucial hacia la justicia, pues el implicado perdía su inmunidad, eliminando privilegios. Era una forma de reconocer la gravedad de los hechos. Pudo haber representado una reparación simbólica para todas las mujeres, demostrando que ni el cargo ni la influencia del agresor están por encima de la ley, algo esencial para las víctimas. En esencia, el desafuero no es solo un trámite legal, sino una prueba de la disposición a dejar de lado los privilegios para proteger a quienes históricamente han sido silenciadas.
Gravoso, también resulta que, a propósito de esta escena, se ha intentado desestimar al movimiento feminista, intentando que sirva como plataforma para que sectores reaccionarios y hombres inconscientes desacrediten, ridiculicen e incluso reproduzcan abiertamente conductas machistas. Mediante burlas, comentarios despectivos o la minimización de la violencia de género, buscan normalizar la idea de que las denuncias son "exageraciones" o "ataques políticos", acciones que solo refuerzan estereotipos que perpetúan la impunidad.
Recordemos que el movimiento feminista es el movimiento más golpeado porque es el que más incomoda, el que exige cambios estructurales y que cada vez que se minimiza su lucha, que se distorsionan sus consignas, que se ignora el dolor de las víctimas, se normaliza la violencia.
Las mujeres no somos moneda de cambio político. No somos daños colaterales. Las víctimas deben ser el centro, siempre. Porque la justicia no es un trámite, es una deuda.
Por Susana Cueto
Colaboradora
@SusanaCueto7
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