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La posibilidad de vacunarse antes fuera del país, ha detonado una furibunda reacción nacionalista del morenismo más rancio

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Al grito de “Pídele auxilio a Vayden, llorón apátrida!” la burocracia gobiernista  se dispuso a defender la estrategia de vacunación estatal. A su vez, los normalizadores del régimen, vilificaron a quienes han buscado inocularse en el exterior. Con un frenesí nacionalista sin parangón han defendido el inicio de las jornadas de vacunación, que dieron inicio con el ardid publicitario de comenzar con el personal sanitario de primera línea y el tour de force de los adultos mayores y sus familias con el portal que ofrece la esperanza de la inmunidad en el futuro cercano.

Para que haya caldo de pollo, tiene que haber pollo. Y en el caso de una estrategia para erradicar el virus sería deseable que hubiera algún preparado biológico. Sin embargo, por un prejuicio ideológico y para cuidar la ortodoxia en las finanzas públicas, no se destinaron recursos para salir de una de las crisis sanitarias más graves que ha enfrentado la humanidad; se apostó por el programa COVAX que asiste a países en desarrollo.

Las vacunas tardarán en llegar. Pronósticos alentadores prevén que, en México, el virus se pueda erradicar en el otoño del próximo 2022. Pero la posibilidad de vacunarse antes fuera del país, ha detonado una furibunda reacción nacionalista del morenismo más rancio. El que expía culpas con sus hábitos de consumo y muestra superioridad moral al privilegiar la ingesta de frutas y verduras.

Esta defensa a ultranza de la política pública salubrista ha evidenciado que el movimiento regeneración nacional se ha desprovisto de cualquier rasgo cosmopolita y que se fundamenta en valores nacionalistas, parroquiales y discriminatorios.

El tribalismo es inherente a la condición humana. Sin embargo la viralización global de los fundamentalismos, nacionalismos y separatismos como una reacción natural a las inequidades en la distribución del ingreso se percibe como una falla de las sociedades liberales y democráticas. En su Final de la Historia, Fukuyama predijo el triunfo del liberalismo, pero no vislumbró el advenimiento de la política identitaria que generaría el nacionalismo redneck en Estados Unidos o el movimiento antiinmigrante en Europa y que, hoy por hoy, constituye la amenaza más grande al futuro de la democracia liberal.

De este lado de la frontera, un remedo del trumpismo se ha cristalizado en el nacionalismo morenista, que es xenófobo y nativista. Basado en la victimización y que establece que el racismo, la discriminación de género o hacia grupos minoritarios como la comunidad LGBT están empotrados en el DNA del país. Este supuesto racismo no está incrustado en la psique de los mexicanos, no es un imaginario social y tampoco es fomentado institucionalmente. Lucrar socialmente con la xenofobia y el odio puede ser atractivo y políticamente rentable, pero la operación cicatriz y la reconstrucción democrática tomarán décadas.
 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1