A la luz de los lamentables hechos descubiertos en Teuchitlán, Jalisco, donde ya la Fiscalía General de la República ha acusado omisiones que ameritaron atraer el caso -como habían sugerido también autoridades locales-, es necesario revisar todo el esquema de coordinación de seguridad, tan afectado por la política de “abrazos, no balazos” del sexenio anterior, sexenio en el cual, hay que decirlo, la FGR tuvo el mismo titular.
Desde luego no se puede soslayar ni ignorar el papel de las autoridades locales, como primeros respondientes y como responsables de las averiguaciones iniciales, así como del resguardo y transmisión de pruebas e investigaciones. Este nivel de acción será seguramente el punto de partida de la investigación.
Sin embargo, es de resaltar que el caso, por dramático y terrible, ha puesto sobre la mesa la discusión acerca de la coordinación de las corporaciones de seguridad, que debieran actuar como una unidad en defensa de la ciudadanía, pero que evidentemente han tenido una deficiente actuación no solo en este caso sino en muchos más, al menos desde que se hizo la mala costumbre privilegiar la ideología política antes que el bienestar de la población.
Se trata de que las autoridades, sobre todo las responsables de proveer seguridad y justicia, se guíen por la ley y el bienestar de la población, haciendo a un lado el partidismo o la burocracia.
Aquí sin duda hay un punto de divergencia con un régimen que cada vez más se va pareciendo al viejo corporativismo que tanto se criticó en el pasado. Pero es necesario ser muy tajantes a la hora de diferenciar las tareas y obligaciones de las autoridades, respecto de su origen partidista. Nuestro país requiere con urgencia que todas las personas que ocupen responsabilidades públicas, sobre todo en las áreas de seguridad y justicia, se despojen de cualquier sesgo o color político-ideológico: lo que las personas de este país necesitamos son autoridades dedicadas a su trabajo y no a la politiquería.
No se trata de una afirmación romántica. Es una necesidad apremiante. La seguridad es un asunto que no admite prejuicios, filias ni fobias: es una responsabilidad que ha de asumirse con la seriedad que implica ser responsable por la vida y tranquilidad de familias que tienen derecho a vivir en paz.
¿Qué pasa cuando se mezclan los colores e intereses personales con el trabajo de seguridad? La simulación, o la mentira. Por eso es indispensable guiarnos por la ciencia, por el método y el profesionalismo antes que cualquier otro interés.
Es posible construir una paz duradera, pero como todas las empresas serias y delicadas, requiere de personas profesionales y libres de sesgos. Y lleva tiempo, incluso con toda la disciplina y la seriedad aplicadas.
Aquí también inciden las muy humanas emociones y expectativas de una sociedad cada vez más harta de las simulaciones que solo han llevado a masacres e impunidad. Por eso la seguridad es una realidad que se construye cada día y que cada día enfrenta retos y desafíos.
Pero bien vale la pena. Lo digo por experiencia.
POR IVONNE ORTEGA
COORDINADORA DE MC EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
@IVONNEOP
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