Malos modos

Por qué alucinas a Vargas Llosa

Es muy probable que creas, todavía, en las dictaduras buenas, los caudillos, la ingeniería social y las utopías destructivas, esas que llevan añadidas una “causa” y por eso dan la impresión de ser justificables

Por qué alucinas a Vargas Llosa
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Si en los últimos días publicaste algo como: “Lamento el fallecimiento de Vargas Llosa. No comparto sus posiciones políticas, pero fue un gran autor”, o, peor: “Fue un gran novelista y una pésima persona”, hay dos posibilidades: o no lo has leído lo suficiente, o no has leído lo suficiente, y punto. Desde luego, fue un gran novelista y un muy buen ensayista literario. También fue un pensador brillante de lo político, valiente y lúcido, que se equivocó poco, y cuando se equivocó, se equivocó bastante bien.

Acertó, antes que casi nadie, con el castrismo. Entendió desde muy pronto que el cuartelazo de Fidel, el Che y compañía, un golpe de Estado no contra Batista, sino sobre todo contra las fuerzas democráticas que intentaban acabar con la dictadura, no significaba una utopía guapachosa, promisoria y humanista, sino una forma bananera del totalitarismo, un totalitarismo de tabaco y caña, que no es otra cosa que pobreza, represión y aislamiento. Lo entendió cuando detuvieron y obligaron a leer una “autocrítica” aberrante a Heberto Padilla, represaliado por ejercer la poesía y por atreverse a criticar entre metáforas a Fidel Castro, y fue congruente a esa certeza durante el resto de sus días.

Tuvo razón con Hugo Chávez, responsable de la bancarrota venezolana y de que ese país, colonizado por Cuba, se volviera la mamarrachada represiva y miserable que es hoy. Luego, tuvo razón con Nicolás Maduro.

Entendió bien el horror que fue el sistema soviético, por supuesto.

Como entendió el priismo, eso que calificó de “dictadura perfecta” con buenas razones, expuestas en la famosa polémica con Octavio Paz, una polémica que era de matiz, no de fondo.

O como entendió que el obradorismo implicaba la destrucción de la democracia mexicana, imperfecta e inmoralona pero mucho mejor que lo que se nos dejó venir en 2018, el inicio de la dictadura que está a nada de cuajar por completo con la llamada reforma al Poder Judicial, un golpe de Estado.

Para el paladar chairo, que luego no entiende de matices ni de lecturas, fue también implacablemente crítico con Pinochet, de manera justa y a pesar de sus simpatías por la Thatcher, valedora del dictadorcete chileno, y del Israel de Ariel Sharon, luego de un viaje a aquellas tierras a principios de los 2000. Es difícil, a estas alturas, saber qué dice el paladar chairo de Trump, pero el ahora otra vez presidente gringo tampoco le gustaba ni tantito. No era fácil de catalogar, don Mario, salvo en su compromiso con la libertad y cierta decencia.

El punto es que, si alucinas a Vargas Llosa, es muy probable que creas, todavía, en las dictaduras buenas, los caudillos, la ingeniería social y las utopías destructivas, esas que llevan añadidas una “causa” y por eso dan la impresión de ser justificables. Y bueno, pues ni cómo ayudarte.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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