La UNAM se comprometió a que haya cero tolerancia a la violencia de género en su comunidad, esto al firmar una declaración conjunta con los integrantes de la Red de Macrouniversidades de América Latina y el Caribe.
En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la UNAM formó parte de las escuelas que suscribieron la Declaración Tolerancia Cero Hacia la Violencia de Género en las Universidades.
El pronunciamiento advierte que dos de cada tres mujeres que viven en América Latina y el Caribe han sido víctimas de violencia de género.
Además, este territorio es la segunda región del mundo más letal para las mujeres, pues en promedio, cada dos horas y media se registra un feminicidio, y por si fuera poco, la esperanza de vida para las mujeres trans no supera los 37 años.
Durante el evento para anunciar la Declaración Tolerancia Cero, el rector de la UNAM, Enrique Graue, afirmó que la firma de este documento tiene la finalidad de tomar todas las medidas necesarias para erradicar por completo la violencia hacia las mujeres en las instituciones de educación superior.
“Nos unimos en este acto para convocar a todas las universidades, a sus miembros y comunidades, a buscar la verdadera igualdad, a erradicar la exclusión, los intentos de dominación y la violencia en contra de las mujeres, en cualquiera de sus manifestaciones”, mencionó Graue Wiechers.
La Declaración, publicada en Gaceta UNAM, está integrada por nueve compromisos que establecen estas universidades.
Entre los compromisos están reforzar la prevención de la violencia a través de la sensibilización y capacitación; crear políticas de prevención, atención, sanción y erradicación de todos los tipos y modalidades de género, así como ampliar la participación de mujeres y diversidades sexogenéricas en puestos de toma de decisiones.
El rector de la UNAM, quien también es presidente de la Red de Macrouniversidades de América Latina y el Caribe, dijo que a pesar de los avances generados en el último cuarto de siglo en materia de igualdad y en contra de la violencia, aún existen profundas asimetrías.
Tres de cada 10 mujeres de la región, añadió, han sufrido violencia doméstica a lo largo de su vida; 60 por ciento trabaja en la informalidad, y persisten tanto la brecha salarial como las barreras para ejercer cargos directivos, pues solo 4.2 por ciento de las direcciones ejecutivas en la región las ocupan ellas.
Graue resaltó que la educación —en todos los niveles— juega un papel esencial para acabar con la violencia de género, que es una de las primeras dimensiones en donde se incuban y alimentan otras formas de violencia.
Tamara Martínez, coordinadora para la igualdad de género en la UNAM, refirió que, según datos de ONU Mujeres, en la región una de cada tres niñas y mujeres sufre violencia y en México casi 11 mujeres son víctimas diarias de feminicidio.
Explicó que por esas razones las universitarias y las personas de las diversidades sexo-genéricas claman justicia y exigen ser escuchadas.
En el acto protocolario participaron ONU Mujeres en México, así como autoridades de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú; Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua; Universidad Nacional del Nordeste, Argentina; la Universidad de São Paulo, Brasil y la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Por México también estuvieron la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Tribunal Universitario realiza congreso
El presidente del Tribunal Universitario de la UNAM, Eduardo López Betancourt inauguró el primer Congreso Internacional sobre Justicia Universitaria. Género y Derechos Humanos.
Ante la asistencia virtual del rector Enrique Graue, el presidente del Tribunal Universitario resaltó las acciones de la UNAM contra la violencia de género, mediante la creación de coordinación y la implementación de diversas acciones.
López Betancourt resaltó que el tribunal modificó su integración para garantizar paridad de género y ahora dos de sus cuatro integrantes son mujeres.
Llamó a los docentes a respetar a las alumnas y alumnos, a dejar de asumirse como los “sabelotodo”, los “tiranos del aula” y a evitar establecer una relación sentimental con los estudiantes.
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