La fama y la fortuna que disfrutan las estrellas del cine, la televisión y la música muchas veces distrae a sus fans sobre la humanidad de sus ídolos, al punto de que creen que no esperarían más de la vida que el cariño de la gente; sin embargo, muchos de ellos experimentan sus días atormentados con no poder alcanzar algunos de sus sueños, como en el caso de Jorge Negrete.
"El Charro cantor" fue uno de los iconos de la época dorada del cine mexicano y su figura rivalizó únicamente a la par que la de Pedro Infante; sin embargo, su presencia en los escenarios pudo no haberse dado en caso de que hubiera cumplido su más grande sueño.
Resulta que ni por casualidad el joven Jorge Alberto Negrete Moreno había pensado en convertirse en actor o en cantante, pero una casualidad lo llevó hasta este oficio.
Fue en una de sus tardes de juventud, mientras caminaba por el Centro Histórico del entonces Distrito Federal que se encontró con una jovencita que le iluminó la pupila.
Encandilado por la belleza de la chica, Negrete caminó detrás de ella sin que esta se diera cuenta hasta que entró en uno de los cientos de edificio que componen la zona centro del país.
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En la puerta un guardia le negó el acceso, argumentando que solamente tenían permitido entrar las personas que llegaban ahí para tomar clases de canto.
Envalentonado y algo molesto por ser rechazado en el lugar, se atrevió a decir que él también era una de los estudiantes, por lo que debía pasar. El guardia aceptó y así comenzó la historia de una de las más grandes estrellas del cine nacional.
Una pasión que nació por casualidad
El tiro le salió por la culata, ya que en el lugar se encontró con José Pearson, un maestro que notó el potencial que tenía la voz del muchacho que había entrado al sitio como una travesura.
Fue entonces que el profesor dedicó cientos de horas de su vida para pulir la voz del cantante, quien también le agarró el gusto a las lecciones que tomó en el Conservatorio Nacional de Música.
El trabajo de ambos en el aula hizo que poco a poco se perfilaran las cualidades de Jorge, a quien el maestro Pearson le recomendó dedicarse enteramente en la ópera.
El género terminó por encantarle al intérprete al punto de que lo dominó y se convirtió en la meta que tenía no solamente para ganarse la vida, sino para desarrollar su pasión.
Ya con la madurez de unos años más y con un estudio bastante sólido, Alberto Moreno, nombre artístico que eligió, debutó en la señal de radio XETR.
Pese a su potente voz, a su calidad en cuanto a interpretación y su presencia en el escenario, fueron pocos los que voltearon a verlo, por lo que no tuvo oportunidad de triunfar con el género que amaba.
Como la gente no estaba interesada en la ópera, la recomendación que le hicieron en la industria fue que se sumara a este estilo musical.
El cantante no se rindió, así que buscó irse a Estados Unidos par aprobar suerte. Pese a esto, solamente logró que le ofrecieran convertirse en uno de los suplentes en la Ópera Metropolitana de Nueva York.
El golpe fue duro para el intérprete, por lo que decidió regresar a su país natal, donde se le ofreció la oportunidad de participar en la película "La madrina del Diablo", donde trabajó a lado de María Fernández, hija de Sara García.
Meses después volvió a intentar hacerse de un lugar en la ópera de Estados Unidos, pero fue rechazado de nueva cuenta. Finalmente, en 1941 le pidieron que fuera protagonista de la cinta Ay, Jalisco, no te rajes.
De inmediato Jorge se negó a esto, convencido de que su futuro estaba en la música de cámara. Pese a esto, Manuel Esperón, compositor de la producción habló varias veces con él para convencerlo de que saliera en la cinta.
A regañadientes fue que "El Charro cantor" aceptó el papel y además que su voz fuera adecuada por Esperón para que estuviera dentro del rango de las rancheras. Ese fue el inicio de la carrera de un artista que no alcanzó el triunfo como esperaba, pero que brilló como solo pocos han podido hacerlo.
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