Columna invitada

Yo, la peor…

Se requiere de una reforma judicial integral, no hay duda, pero ¿cuál?

Yo, la peor…
Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

A Sor Juana Inés de la Cruz se le pidió que no pensara, que se cortara la lengua y que renunciase a los libros… 

Cuando la ministra Norma Piña llegó a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resultó un acontecimiento histórico, al haber sido la primera y única mujer que ha ocupado hasta ahora la más alta magistratura del país en la historia; hoy, sin embargo, su protagonismo, confrontación, eficacia y continuidad están en duda ante una demoledora ola de legitimidad que la propuesta de reforma judicial ha obtenido con las recientes elecciones.

Se requiere de una reforma judicial integral, no hay duda, pero ¿cuál? La mejor posible y es claro que la ministra Piña no cabe en ella, aun cuando su voz debe ser escuchada, en realidad, hace varios meses dejó de ser una protagonista efectiva, habiendo sido comparsa de todo lo que en su último discurso ha prometido desterrar; su asociación con las fuerzas que apostaron a un resultado electoral distinto, le pasaron factura; esto sin dejar de mencionar las presiones que intentó ejercer sobre ciertos miembros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación o su más reciente deseo de incidir en la composición de dicho tribunal, a través del mandamiento de ese juez de distrito, un tanto esbirro, otro frangollero, cuya “iniciativa” es probable que lo ponga en la ante sala del patíbulo político en el Congreso. 

¿Es viable una auto reforma, auspiciada y guiada por la ministra Piña? Usted dirá, pero, en realidad, no hay motivación alguna ni doña Norma tendría el impulso y deseo para concretarla, limitándose al famoso gatopardismo histórico nacional; eso sí, tendría el beneplácito de todos esos actores sacros que, en el conservar todo a toda costa y a cualquier costo, viven dogmáticamente. ¿Quién podría impulsar honestamente una reforma integral renunciando a sus privilegios? 

Dejando de lado filias y fobias, evalúe la realidad y pregúntese: ¿Son aceptables los privilegios que tienen los ministros de la corte y los jueces y magistrados del poder judicial federal? ¿El sistema funciona? ¿Hay cercanía de este poder con la gente? ¿Es sostenible el discurso de que la corte debe ser elitista por definición? 

La elección de jueces y magistrados parece complicada y, en todo caso, la reforma debería más bien apuntalar un método de carrera judicial, a fin de privilegiar sólo a aquellos magistrados de circuito que, por mérito profesional y escalafón, previa eliminación con base en exámenes sólidos, resulten los mejores para ser elegibles como ministros mediante un mecanismo plebiscitario, auspiciado y organizado por el órgano judicial que sustituya al actual y demeritado Consejo de la Judicatura Federal, necesariamente ajeno tanto a los partidos políticos, como el Poder Legislativo y Ejecutivo. ¿Es esto posible? 

Hoy Norma Piña, lejos de la religiosa jerónima y escritora de San Miguel Nepantla, saldrá por la puerta de atrás con un legado infame.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

@DIEGOLGPN 

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