PASIÓN POR CORRER

Dulcis in fundo

Bien se puede aplicar a cualquier actividad humana en la que el esfuerzo, el tesón y la constancia

OPINIÓN

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Rossana Ayala / Pasión por Correr / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Dice una frase en latín que lo dulce viene después del esfuerzo. Dulcis post laborem es una expresión que bien se puede aplicar a cualquier actividad humana en la que el esfuerzo, el tesón y la constancia, serán al final recompensados por el dulce sabor del triunfo, la victoria o la satisfacción del deber cumplido o la meta alcanzada. 

Y entre esas actividades, el correr es, sin duda, un buen ejemplo de lo que significa esa expresión latina, a la que también algunos se refieren como dulcis in fundo, que significa que lo más dulce llega al final. Porque nadie como un corredor que participa en un maratón o una carrera de 5, 10 ó 21 kilómetros, sabe que la sensación que se siente al cruzar la meta es, ciertamente, algo dulce después de haber dejado el alma en cada zancada y de haber sentido que el cuerpo se rendía sin llegar a saborear la dulzura que esperaba al final.

Alguna vez escuché que para los corredores amateurs, un maratón es como nuestro Everest urbano, porque al igual que un alpinista, conquistar una cima no es solo una victoria fruto de la superación de cientos de obstáculos, el verdadero fin último es la supervivencia. Esa es su dulzura.

No sé en qué momento exacto decidí que quería correr un maratón. Lo cierto es que en mi mente no entraban los 42,195 kilómetros. Cuando a duras penas terminé mi primer 21k pensé que un maratón podría ser lo mismo, nada más que de ida y vuelta. “Uff no, eso es mucho”. Pero al cruzar aquella meta entendí, como muchos otros corredores, que un maratón es un proceso transformador en todos los aspectos de la vida, no sólo en lo físico o en lo mental, es un desafío que te bendice y te elige para ponerte al límite para después hacerte disfrutar de la dulce sensación del triunfo, de una victoria privada y propia.

Y es que hacer tiempo fuera del trabajo y la familia, seguir un plan de alimentación, de entrenamiento, pararse y ponerse los tenis cuando hay lluvia, cuando hace frío, cuando quien está a tu lado duerme o hasta cuando no tienes ganas de correr, no es sencillo. Lo más complicado es mantener los 365 días del año el entusiasmo por correr.

Cuando llega el día de de la carrera la comenzamos eufóricos, con mucha energía, pero conforme pasan los kilómetros, la expresión de nuestros rostros se transforma, los dolores aparecen y justo cuando nos preguntamos si podremos con semejante desafío, vemos la meta frente a nosotros, la cruzamos y alzamos los brazos, y entonces se nos olvidan las piernas cansadas, las ampollas y hasta lloramos.

Por eso no es raro ver que un corredor se eche a llorar cuando cruza una meta. Lloran por igual mujeres y hombres. Derraman sin recato lágrimas de felicidad, porque después de tanto esfuerzo, consiguen llegar a donde querían y habían soñado. El verdadero logro no es colgarse una medalla, es convencerte cada día de que si se quiere, se puede, y descubrir que con cada zancada, avanzamos y dejamos atrás miedos y fantasmas y dolencias del cuerpo y el alma, para ser tan libres como se puede ser al correr y saborear el dulce sabor del triunfo sobre las adversidades.

POR ROSSANA AYALA
AYALA.ROSS@GMAIL.COM
@AYALAROSS1

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