El narcotráfico había sido por mucho tiempo visto como una práctica de hombres; sin embargo el papel de las mujeres dentro de los cárteles del narco desde puestos de alto mando, como sicarias o “halconas” ha sido pieza clave para que el crimen organizado continúe.
De acuerdo con InSight Crime, la fundación dedicada al estudio de la seguridad en América Latina, las mujeres en el mundo del narcotráfico han desempeñado una amplia gama de roles, con lo que se rompe con el prejuicio de que son víctimas o participantes pasivas en las organizaciones delincuenciales.
El espectro del crimen organizado es amplio, y prueba de ello son los múltiples “puestos” que se pueden desempeñar dentro del dicho mundo criminal. Uno de los roles comienza desde las jornaleras o raspachinas.
Una jornalera se dedica a sembrar y cosechar la droga o bien a servir a los hombres que también realizan la misma labor. Asimismo, las raspachinas se enfocan en recoger las hojas de coca para después regresar a casa para seguir con las labores del hogar en jornadas dobles y hasta triples diarias que tienen que hacer.
Además están presentes las finqueras, aquellas mujeres que tienen un terreno y habitan con su familia quienes preparan el producto de la cosecha de la amapola, marihuana y la coca. A diferencia de las raspachinas, las finqueras son propietarias de los terrenos de cultivo.
En algunos casos, las mismas finqueras son las que venden la pasta base para la cocaína, ellas son las encargadas de contratar y pagar a los hombres de cosecha y a las jornaleras y raspachinas.
Asimismo se encuentran las cocineras, las cuales son las designadas para llevar alimentos a los encargados del procesamiento químico de la coca en los laboratorios también conocidos como “cristalizaderos”. Estas mujeres están sujetas a estrictas normas impuestas por el crimen organizado, aunque reciben un mayor pago.
Las quimeras entran en la etapa de manipulación de los procesos químicos en los cristalizaderos para elaborar la pasta de coca. El papel de la mujer en esta etapa del narcotráfico es muy importante ya que los narcos consideran que la mujer es más precisa para asumir tareas que implican mayor concentración. En esta etapa, las mujeres tienen comunicación directa con los cárteles de la droga.
Las mulas son aquellas que transportan las dosis de droga de un lado a otro. Este puesto es visto como el de mayor subordinación dentro de la cadena del narcotráfico. Las mulas son consideradas el eslabón más débil.
Así se llega al término de halconas, designadas para aquellas mujeres que también son llamadas camperas que se encargan de vigilar las actividades cotidianas de su zona y que son reportadas a los altos mandos del narco. Su capacidad de pasar desapercibidas en una de sus principales características.
Mujeres en los altos mandos
También las mujeres tienen puestos desde los altos mandos. Uno de los puestos es como reclutadoras, estás mujeres se dedican a buscar a jóvenes a través de engaños con falsas promesas de conseguirles empleo o ingresarlas a alguna agencia de modelaje con el fin de explotarlas en los terrenos del narco.
Junto con las reclutadoras, aparecen “las madames” o líderes de red, mujeres que ya tienen un alto mando en las organizaciones que se encargan del tráfico de personas con fines de explotación sexual o captadoras de mulas.
También se suman las mujeres que se dedican a la coordinación logística como administrar las cuentas de las ganancias de las ventas de la droga, así como organizar los envíos de la droga y además encargarse del lavado de dinero. Este trabajo es fundamental para el crecimiento de los cárteles.
Algunas de las narcotraficantes que se caracterizaron por ser líderes de cárteles figuran Sandra Ávila Beltrán, Clara Elena Laborín, Luz Irene Fajardo, Lola “La Chata” y Leticia Rodríguez Lara “Doña Lety”, por mencionar algunas.
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RM