A finales de los 40, a las manos del director de exitosas películas del Cine de Oro, Joselito Rodríguez llegó un poema del venezolano Andrés Eloy Blanco. La pieza se titulaba "Píntame Angelitos Negros" y hablaba sobre la discriminación que sufría la gente por su color de piel y la tragedia que debía sufrir a causa de este.
El poema como tal usa como hilo conductor a una mujer afrodescendiente a la que se le acaba de morir uno de sus hijos. Al preguntar sobre el destino del alma de los suyos, la señora se percata de que las figuras religiosas suelen retratar a gente de tez blanca, lo cual indirectamente era una señal de que para ellos no habría un lugar en el cielo.
Ante esto, la deuda busca algún pintor que pueda hacerse cargo de colocar un pigmento negro sobre la imagen de un ángel con la intención de que el menor fallecido y los que mueran se encuentren el mismo destino al morir son importar el color de su piel.
El poema resonó tanto por su temática que años después en un bolero compuesto por el mexicano Manuel Álvarez Rentería, quien tomó prestadas algunas de las palabras de Andrés Eloy Blanco y les dio un ritmo.
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Esta melodía fue interpretada por el mismísimo Pedro Infante para la película, aunque se le quitaron algunos diálogos que se encontraban al inicio. También la cantaron Eartha Kitt, Roberta Flack e inclusive el mismísimo Javier Solís.
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La película es una adaptación del poema, por lo que en lugar de centrarse en la madre que ha perdido a su primogénito, toma a Ana Luisa de la Riva, interpretada por Emila Guiú que tiene un fuerte prejuicio en contra de las personas de color.
La mujer se compromete con José Carlos Ruíz, encarnado por Pedro Infante, quien se ve afectado por el racismo de ella, sobre todo por cómo trata a Mercé (Rita Montaner), una señora que la ha cuidado desde que era una niña.
La situación se complica cuando Ana da a luz a Belén una pequeña afrodescendiente, la cual es discriminada por su propia madre al punto de que intenta pintarse la cara de blanco para darle gusto.
La cinta fue tan bien recibida que en 1970 volvió a ser grabada con ligeros cambios; ese mismo año, Televisa la convirtió en una telenovela protagonizada por Silvia Derbez. Finalmente, en 1997 salió a la luz El alma no tiene color, otro drama televisivo que protagonizado por Celia Cruz, Laura Flores y Arturo Peniche y producida por Juan Osorio.
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