El Estado de derecho es importante para cualquier persona y permite que sus aspiraciones individuales y colectivas se materialicen, también involucra a las autoridades y las instituciones; representa el imperio y aplicación del marco normativo en toda correlación horizontal y vertical; es determinante para las relaciones particulares, e impone frenos a nuestro comportamiento para respetar los derechos de las demás personas. Con el gobierno, implica la subordinación de toda autoridad al régimen jurídico que garantice que sus actos sean permitidos y regulados en una determinada disposición normativa, es relevante que sea por escrito y por autoridad competente. También tiene un significado estructural para el ejercicio de los derechos fundamentales.
El Estado de Derecho que debemos procurar implica que cualquier arbitrariedad debe ser investigada, enjuiciada, sancionada y esto constituye el determinado derecho a la verdad. La propia idea del Estado enmarcado en la visión de poder y fortaleza representa para las personas la certeza de que el gobierno y sus autoridades determinarán, a través de un juicio, que garantice el debido proceso para quienes son los responsables de cualquier ilícito, y promoverá entonces una reparación a las víctimas. La trascendencia de los siglos XVII y XVIII con la icónica idea “El Estado soy yo”, de dictaduras y abuso de poder, su enseñanza es justamente la contemporánea imagen superada en donde las libertades individuales reconocidas en las reglas jurídicas, especialmente en la carta magna, se sitúan con importante atención.
No debe pasar inadvertido que el Estado de derecho también involucra al concepto de democracia, el llamado buen gobierno, que constituye un régimen en donde las decisiones son tomadas por las mayorías y a través de una representación participativa y directa; pero no desestima a las minorías, que deben ser involucradas en las decisiones políticas y públicas. Democracia implica también el respeto a las instituciones, a los poderes constituidos por virtud de la norma fundamental, garantiza su independencia y promueve el cumplimiento del sistema jurídico.
Esta idea ha permeado, o debe hacerlo, en la construcción del marco normativo que persiga como fin último el ejercicio de los derechos y la dignidad humana; es probable que ésta sea la verdadera revolución de los siglos XX y XXI: el viraje del concepto del derecho, no asociado orgánicamente a orden, certeza e interés general, por lo menos no limitado, la ruta marca otro derrotero, sucumbe la formalidad del derecho y promueve una cultura de respeto al derecho del otro y no pasa por alto la interiorización de una cultura en el cumplimiento de las normas, en ella todas las instituciones tienen mucho por hacer.
El concepto de democracia representa muchas cosas más allá de mayorías y representación, se asocia al ecosistema indispensable para el ejercicio de los derechos y al buen funcionamiento de todas sus instituciones, implica también la obligación de la ciudadanía en la cultura de legalidad, también del propio Estado para ese conocimiento y reconocimiento, la genuina decisión informada que dote del real valor que tiene nuestra participación y decisión. Pensar en el derecho a voto informado es una gran aspiración.
A las reglas de las mayorías no se someten los derechos humanos, pues estas constituyen barreras insuperables en la actividad del Estado, queda lejana la idea de pensar en la modernidad sometiendo a discusión el respeto a las libertades fundamentales o poder garantizarlas siempre que sean aprobadas por los órganos legislativos.
Una pieza indiscutible es la libertad de expresión, la censura y limitación de las participaciones u opiniones, no es parte de esta idea forjada en torno al Estado de derecho, implica crear condiciones idóneas por parte de las autoridades para estimular la participación, respetando las opiniones diferentes y disidentes sin que ello implique un riesgo, sino advertirlo como una actividad importante y legítima de la sociedad.
La garantía de libertad de pensamiento propicia pluralidad de participaciones, su reconocimiento y consolidación nos permite un entendimiento abierto de democracia, la cual es marginal y esencial, es el centro y la periferia del Estado de derecho, indispensable para el cumplimiento de la norma que reconoce al derecho constitucional y convencional y sin lugar a duda el cumplimiento de nuestros derechos.
POR FABIOLA MARTÍNEZ RAMÍREZ
Directora Regional del Departamento de Derecho, CDMX, Tecnológico de Monterrey.
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