El 17 de marzo se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el Decreto que reforma los artículos 4° y 27 de la Constitución en materia de conservación y protección de los maíces nativos. La reforma introduce varias disposiciones al artículo 4° de la Constitución:
Establece que México es centro de origen y diversidad del maíz;
Reconoce que el maíz es un elemento de nuestra identidad nacional, que es el alimento básico del pueblo de México, y que es base de la existencia de nuestros pueblos indígenas y afromexicanos;
Prohíbe el cultivo en el territorio nacional de aquellos tipos de maíces que, como el transgénico, no pueden encontrarse ni generarse en la naturaleza;
Dispone que el uso de los maíces genéticamente modificados debe estar sujeto a evaluaciones de eventuales amenazas a la bioseguridad, la salud, y el patrimonio biocultural de nuestro país;
Debe priorizarse la protección de la biodiversidad, la soberanía alimentaria y el manejo agroecológico;
Debe promoverse la investigación científica-humanística, la innovación y los conocimientos tradicionales asociados al maíz.
Además, en el artículo 27 se incorporan nuevas obligaciones para que el Estado promueva:
Las condiciones para el desarrollo rural, cultural, económico y de salud, con el propósito de generar empleo y garantizar el bienestar de la población campesina.
La producción empleando semillas nativas, con una mención especial al sistema milpa, de tal forma de que el uso de la tierra sea libre de maíz genéticamente modificado en los términos definidos en el artículo 4;
La investigación, la innovación, la conservación de la agrobiodiversidad, y de fortalecer las instituciones públicas nacionales
Esta reforma, impulsada por la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, es histórica. En pocas palabras, codifica en nuestra Constitución la relación milenaria del pueblo de México con el maíz. La reforma interpreta el sentir del pueblo de México, como demuestra la encuesta publicada el día de ayer en El Heraldo de México. El 81% de las mexicanas y los mexicanos estamos a favor de la reforma, por múltiples razones que son exploradas en el importante estudio de opinión publicado por este periódico.
La reforma protege los maíces nativos, que son aquellos que se han creado y conservado (¡durante 10 mil años!) por la práctica de selección de semillas que realizan las y los campesinos año con año, hasta el día de hoy. Y los protege por dos razones principales: una es cultural, de identidad nacional. La otra es por razones ambientales y de seguridad alimentaria.
Nuestro maíz no es un producto más. Los primeros asentamientos humanos en lo que hoy es México, incluso antes de las grandes culturas, fueron posibles gracias a que los pueblos de aquella época, hace casi 7 mil años, crearon el maíz e innovaron en su cultivo hasta generar un excedente del grano que permitió el inicio de sociedades más complejas. Ahí nace todo. Para la cultura madre, la Olmeca, el maíz era el centro del universo. La cultura Nahua nombró al maíz "nuestro sustento".
Esa centralidad no solo es historia, es presente: nuestro maíz, no cualquier maíz, es protagonista en más de 600 platillos que forman parte de una gastronomía reconocida por la UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad. Como documenta la encuesta de El Heraldo, 85% de la población preferimos que nuestras tortillas estén libres de transgénicos.
También se protege a esos maíces porque son la mayor reserva de diversidad genética del planeta de un cereal que, junto con el arroz y el trigo, aporta el 51% de las calorías que consumimos 8 mil millones de personas. Es en ese tesoro de diversidad genética donde están las respuestas a las sequías y a las altas temperaturas derivadas del cambio climático; a nuevas razas de bacterias o virus que devastan las cosechas; o a las nuevas demandas nutricionales del planeta entero.
México es y seguirá siendo autosuficiente en la producción del maíz blanco con que nos alimentamos. Es en la biodiversidad protegida por la reforma, donde están los genes que han sido, son y seguirán siendo usados por los científicos para producir los híbridos y otras variedades mejoradas que emplean muchos agricultores en México y otros países, y que, dicho sea de paso, no son prohibidos por la reforma.
La reforma reconoce la historia milenaria del maíz en México, al mismo tiempo que resguarda las bases para que las futuras generaciones puedan seguir cultivando estos maíces mexicanos que son alimento, cultura, identidad nacional y reserva de la seguridad alimentaria nacional y mundial. Y es que ¡Sin maíz no hay país!
POR JULIO BERDEGUÉ SACRISTÁN
@JulioBerdegue
Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural
MAAZ