Columna invitada

Seguridad sin dignidad: el espejismo del orden

La verdadera seguridad no se construye con más armas, sino con más derechos

Seguridad sin dignidad: el espejismo del orden
Jorge Cuéllar Montoya / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La seguridad es mucho más que la simple ausencia de crimen. Durante años, los gobiernos han promovido la idea de que la seguridad se mide en número de patrullas en las calles o en estadísticas de delitos, pero esta visión reduccionista ignora la esencia misma de la seguridad humana: la garantía de derechos fundamentales como la educación, la salud y el empleo. Un país puede tener menos homicidios y al mismo tiempo ser un espacio hostil para el desarrollo humano si su población vive con miedo a la pobreza, la exclusión o la incertidumbre del futuro.

El verdadero peligro para la libertad no es solo el totalitarismo, sino la indiferencia de los ciudadanos ante la degradación de la vida pública. La seguridad no puede basarse únicamente en el control y la vigilancia, sino en la construcción de una sociedad que garantice condiciones dignas de existencia. ¿De qué sirve reducir el crimen si la gente sigue temiendo quedarse sin empleo o sin acceso a atención médica?

La mayor angustia del ser humano proviene de la falta de propósito y esperanza. En sociedades donde la desigualdad es estructural, la seguridad se convierte en un privilegio de pocos y no en un derecho de todos. Si el futuro de un joven depende más del barrio donde nació que de sus capacidades, estamos condenando a generaciones enteras a la inseguridad permanente.

Los gobiernos a menudo utilizan el miedo para justificar políticas de control social. Se refuerzan los aparatos de seguridad, se militarizan las calles y se criminaliza la protesta, pero se desatiende el origen del problema: la desigualdad y la falta de oportunidades. La seguridad basada en el miedo no es seguridad, es sometimiento.

La justicia social es el pilar de una nación verdaderamente libre. No se puede hablar de seguridad si no hay dignidad en el trabajo, si la educación sigue siendo un privilegio y si el acceso a la salud es un lujo. La verdadera seguridad no se construye con más armas, sino con más derechos.

En este sentido, la seguridad humana debe replantearse en nuestras agendas públicas. Desde hace décadas se ha propuesto un enfoque integral que prioriza el bienestar de las personas, pero en muchos países sigue dominando una visión punitiva y cortoplacista. Si queremos sociedades verdaderamente seguras, debemos comenzar por garantizar que nadie tenga miedo de su futuro. Porque donde hay dignidad, hay verdadera seguridad.

Es necesario reconocer que la seguridad debe ser una prioridad en todas las políticas públicas, desde el acceso a la educación hasta el desarrollo económico. No podemos hablar de progreso si la gente no siente que su vida está protegida en todas sus dimensiones. Un Estado que invierte en su gente, que garantiza un acceso equitativo a la justicia y fomenta una cultura de paz, está cimentando una seguridad duradera y legítima.

Por ello, urge replantear el concepto de seguridad más allá del castigo y la represión. Debemos construir sociedades donde las personas no solo estén protegidas del crimen, sino que también tengan las herramientas para desarrollarse plenamente. Sin equidad, sin justicia y sin oportunidades reales, la seguridad seguirá siendo una ilusión pasajera y frágil. Solo cuando entendamos que la seguridad es sinónimo de dignidad, podremos aspirar a una sociedad verdaderamente libre y estable.

CITA: Si queremos sociedades verdaderamente seguras, debemos comenzar por garantizar que nadie tenga miedo de su futuro.

POR JORGE CUÉLLAR MONTOYA
TITULAR DE LA VOCERÍA DE SEGURIDAD DE TAMAULIPAS

@JORGECUELLAR7

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