El plan C está en marcha, en las pasadas elecciones Morena y sus aliados ganaron en las urnas la mayoría simple que tanto anhelaban, mientras que la mayoría calificada, la cual es indispensable para llevar a cabo reformas constitucionales, les será otorgada cuando se les asignen las diputaciones y senadurías plurinominales. Según las proyecciones, la 4T está a solo dos escaños en el Senado de la República para poder lograr la resurrección de la aplanadora legislativa.
La última vez que un proyecto político logró obtener la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, fue el PRI en 1982 con Miguel de la Madrid como su candidato presidencial, después de aquella elección, todos los gobiernos tuvieron la necesidad de llegar a acuerdos o de sumar nuevas voluntades para sacar adelante sus reformas constitucionales. A partir de 1988, el PRI se vio obligado a ceder en algunas de las pretensiones de la oposición.
El nuevo juego democrático pavimento el camino que llevó a la alternancia de la presidencia en el año 2000, lo cual hubiera sido imposible, sin la existencia de los contrapesos que la oposición edificó para contener el poder del ejecutivo federal. En apenas dos décadas se crearon la mayoría de los órganos autónomos y se logró la independencia del arbitro electoral, lo que garantiza a los electores mexicanos, procesos electorales donde existe una verdadera competencia.
El plan C puede venderse como quieran, pero es en esencia; la intención de construir una mayoría legislativa sin oponentes para desmontar el sistema actual de contrapesos al presidencialismo mexicano. Si la nueva conformación del Congreso de la Unión se da en los términos proyectados, regresaremos a la época donde el poder era ejercido de manera absoluta por el presidente y su partido sin que alguien pudiera hacerles frente de manera efectiva.
Dicho sea de paso, la 4T no ha tenido que recurrir a la violencia para lograr sus objetivos, lo están haciendo con el inmenso apoyo popular con el que cuentan y que decididamente les ha otorgado una mayoría incuestionable. Es imposible entender esta nueva correlación de fuerzas sin criticar el pasado, el caldo de cultivo sobre el que opera morena, son los errores y excesos de sus más acérrimos contrincantes: el PAN y lo queda del PRI.
De algo no queda duda, a partir del próximo primero de septiembre, fecha en que inicia el nuevo Congreso de la Unión, los mexicanos estaremos contemplado la edificación de un nuevo país; para bien o para mal, eso solo el tiempo lo dirá. El México de equilibrios entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial llegó a su fin, o por lo menos a una pausa de 3 años. La nueva presidenta podrá modificar la constitución y cualquier otra ley a su beneplácito, tendrá la fuerza para hacerlo.
Morena entiende que la continuidad de su proyecto solo es viable si mantiene el apoyo popular expresado en las últimas votaciones, por ello es previsible, que sus reformas serán bien recibidas por la población. A diferencia de la oposición, la 4T cuenta con un agenda legislativa basada en los sentimientos de la mayoría, y aunque esta circunstancia no la hace de facto, viable o benéfica para el país, por lo menos les garantiza una importante base de apoyo social.
Ante la incertidumbre muchos vemos el futuro con cautela, nos asusta pensar en un país sin equilibrios democráticos donde predomina una sola visión de Estado, aún así, tenemos que ser respetuosos con la expresión de la voluntad de la mayoría y desear que buenas cosas vengan para México.
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR
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