La actividad diplomática consiste tradicionalmente en la relación política entre Estados y se ejerce mediante enviados o representantes ad-hoc acreditados por gobiernos ante sus similares o ante organismos internacionales. El primer caso sería la persona embajadora ante otra nación, en el segundo quien representa a un país ante, por ejemplo, la ONU.
Aunada a esa labor está la acción consular que constituye la asistencia y acompañamiento de un Estado a sus connacionales en el exterior, como la documentación y la protección. Mayormente, esa labor se ejerce ante autoridades locales más que ante nacionales.
Desde los años noventa el Servicio Exterior Mexicano (SEM) integró en una sola “rama” las funciones diplomáticas y consulares; así como en otra se integra a funcionarios técnicos y administrativos. Hoy en día México cuenta con unos 1,050 integrantes del SEM, 700 diplomático-consulares y 350 técnico-administrativos.
Ese total se distribuye en las 161 Representaciones en el exterior entre embajadas, misiones multilaterales, oficinas de enlace y consulados. Además, una centena de integrantes del SEM se encuentran regularmente adscritos en la propia SRE.
Sin duda la red consular de México en Estados Unidos constituye una de las estructuras sustantivas del SEM. Es la red más grande en el mundo de representación de un país en otro; esas más de 50 oficinas ocupan a unos 340 integrantes del SEM y casi 1,500 empleados locales.
Por cierto, al sumar al personal diplomático en la embajada en Washington y las misiones ante la OEA y la ONU, casi la mitad del SEM se encuentra en un momento dado adscrito a Estados Unidos, un reflejo más de la relevancia de la relación bilateral, pero también de la diversidad de vínculos que constituyen esta.
Se considera que en Estados Unidos se concentra el 98% de la diáspora mexicana, integrada por oriundos de nuestro país, documentados o indocumentados y varias generaciones de descendientes con derecho a la nacionalidad mexicana. Ese derecho multiplica la actividad consular, que se manifiesta en una amplia variedad de servicios y acciones: documentos de identidad, registro de nacimientos, matrimonios, repatriación de personas fallecidas.
Pero también una estrecha vinculación con las organizaciones comunitarias; con autoridades locales, lo mismo americanas que mexicanas; con fundaciones y medios de comunicación, entre otros actores sociales y políticos. También son un vínculo para acciones de salud, educación a distancia y desde hace meses se trabaja en mecanismos para ofrecer servicios en diversas lenguas originarias.
La asistencia consular tiene muchos años y el primer punto de contacto con el público sucede con los empleados locales de las representaciones, muchos de ellos a su vez integrantes de las comunidades locales. Pero se puede apreciar que, con el universo de posibles usuarios, hay tan sólo un empleado o un funcionario consular por cada 20,000 mexicanos en Estados Unidos.
Otra restricción a la calidad y oportunidad de los servicios es el limitado presupuesto con el que se opera, lo que limita el número de empleados y los espacios consulares. Tema constante: la Tesorería federal retorna una mínima parte de lo que nuestros compatriotas pagan en derechos por los servicios. Y es que gran parte del trabajo consular se hace sin costo para el público, pero sí con costos operativos para las representaciones.
Ejemplo de lo anterior son los “consulados móviles” que consisten usualmente en acciones en fin de semana a distancia de horas de las oficinas consulares. Se requieren vehículos viáticos, sueldos extras y seguros para acercar los servicios de documentación a comunidades alejadas de las sedes. Cada uno de esos viajes cuesta en promedio los quince mil dólares. ¡Y se trata de paisanos que requieren pasaporte, acta de nacimiento, matrícula consular, etcétera!
Una mayor participación de autoridades estatales y municipales en México, que son las regiones a donde llegan las remesas, en la proveeduría de servicios y materiales; un mayor porcentaje de reembolso oportuno de la Tesorería para la operación consular, permitiría, entre otras acciones, que esa amplia red se fortaleciese con mejores servicios y más personal.
Hay que destacar que nuestra Red Consular opera mucho más allá de lo que la Convención de Viena en Materia Consular concibió hace más de 60 años. Nuestros cónsules dialogan constantemente con autoridades y fuerzas políticas locales, la creciente relevancia de las comunidades mexicanas en el escenario social americano, les hacen partícipes políticos del devenir de esa nación. Nuestra acción consular es pilar de ese dinamismo en la modernidad de las relaciones entre naciones.
POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO, ACTUALMENTE PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO WWW.ASEMX.ORG
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