COLUMNA INVITADA

La Constitución abierta

No todos los países asumen una postura única frente a los migrantes. Unos los acogen con humanismo y otros los tratan con desprecio

OPINIÓN

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Armando Alfonzo Jiménez / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No pasa desapercibido que en los últimos años, por causa de las tremendas desigualdades que se viven en el mundo, el tránsito de las personas provenientes del sur hacia el norte se ha incrementado de manera alarmante.

En efecto, las personas en situación de zozobra no encuentran esperanza alguna en sus países de origen y apuestan a un mejor porvenir en aquellas naciones desarrolladas donde buscan reconstruir sus vidas.

El fenómeno de la migración representa grandes problemáticas: desde su uso criminal y muy lucrativo por parte de la delincuencia organizada hasta las dificultades de convivencia de los migrantes con los oriundos de las naciones de destino.

No todos los países asumen una postura única frente a los migrantes. Unos los acogen con humanismo y otros los tratan con desprecio como extraños.

De acuerdo con el neoconstitucionalismo, corriente jurídica surgida después de la Segunda Guerra Mundial, el eje rector de la dimensión social es el respeto y la promoción de la dignidad personal. 

De ahí que, de cara a la diversidad, se asume una actitud de tolerancia y solidaridad.

La Constitución abierta, entre otras vertientes, es el piso mínimo normativo que genera una coexistencia pacífica y de consideración hacia los demás, un espacio donde caben todas las personas sin discriminación alguna.

En este contexto, la ley suprema extiende sus brazos para todos los habitantes de un país, sin importar origen étnico, nacionalidad, género, edad, discapacidades, condiciones sociales, condiciones de salud, ideología, religión, militancia partidista, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otro motivo que vulnere la dignidad y tenga como propósito anular y afectar los derechos fundamentales. 

Un Estado que manifiesta su compromiso con el pluralismo, a través del pacto constitucional, propicia el buen entendimiento de las distintas expresiones étnicas, sociales, religiosas, políticas y culturales.

Bajo la circunstancia descrita, la democracia adquiere un valor más profundo. No sólo es un sistema de reglas electorales, la democracia se erige como una forma de vida en la que la dignidad, los derechos y las libertades simbolizan los valores más preciados.

Una Constitución para todos indefectiblemente necesita de todos los miembros de la sociedad sin excepción: claridad en el pensamiento, buena fe, plena disposición de comprensión y empatía, capacidad e imaginación para resolver conflictos, así como el verdadero anhelo de construir comunidad.

POR ARMANDO ALFONZO JIMÉNEZ

CONSTITUCIONALISTA

@ARMANDOALFONZO

MAAZ