La extracción del Mayo Zambada de México ha provocado una crisis en la transición política operada por AMLO. De un proceso terso y controlado, se ha transformado en un tránsito con graves riesgos y amenazas, especialmente para el presidente saliente. Pero con graves amenazas para México mismo.
La primera señal de crisis es el hecho en sí mismo de la extracción-haya sido como haya sido-del Mayo Zambada de México. No tengo pruebas, aunque tampoco dudas, de que fue una operación clandestina organizada por agencias de Estados Unidos, contando con la complicidad de instituciones de seguridad mexicanas.
El indicio más claro de ello es el sigilo con el que se realizó la operación, manteniendo al oficialismo mexicano en la ignorancia más completa del caso. El desconcierto del Presidente López Obrador es prueba de ello, junto con el balbuceo de la secretario de Seguridad Pública federal, Rosa Icela Martínez. Les tomó absolutamente por sorpresa.
El operativo clandestino obviamente fue aprobado en los más altos niveles del gobierno de Estados Unidos. Se da la instrucción cuando el Presidente Biden, ahora sin las ataduras que significaba una candidatura que cuidar, tiene libertad de acción que no tenía antes.
Obviamente saben lo qué significa extraer al Mayo Zambada de México en una abierta violación de la soberania mexicana. Por eso han creado múltiples versiones sobre el incidente para despistar al gobierno mexicano y a la opinión pública nacional. Son cortinas de humo para que no pueda existir una versión única, y hay autoridades mexicanas que también prefieren mantener su anonimato en este asunto.
Si no fuera suficiente señal de crisis que el interlocutor principal del narco con el gobierno mexicano estuviera en manos de los estadounidenses, prueba irrefutable es lo que viene en la carta del Mayo. Es una carta extraordinariamente bien redactada, con un orden de ideas precisa y con objetivos bien establecidos. La carta del Mayo metió al Presidente en una ruta de confusión.
Primero, criticó la carta, desmintió lo que decía y obligó a Sheinbaum a acompañarlo a defender al gobernador Rocha. Después decidió que no era conveniente pelearse con Zambada y ordenó al gobernador despedir a la Fiscal de Sinaloa y revertir la versión sobre el asesinato de Héctor Cuen, ahora coincidiendo con la versión del narco en Estados Unidos. El gobernador está en entredicho por sus mentiras y no está claro que podrá ser salvado. ¿En un mes y días, lo cuidará Claudia, como lo cuida AMLO?
Pero, ¿qué puede significar la estancia de Zambada en Estados Unidos para la transición entre AMLO y Claudia? Más bien, ¿qué puede significar para AMLO que Zambada esté haciendo confesiones sobre las complicidades entre el narco y el gobierno de AMLO?
En dos mañaneras consecutivas AMLO (haciendo honor a que su pecho no es bodega) ha dicho: “Todo lo que se denuncia allá tendrá que demostrarse con pruebas”. Mientras él daba por buenas todos los dichos de narcos contra García Luna, ahora quiere pruebas de todo lo que piensa que podrían decir de él y de sus hijos.
El hecho de que Zambada esté haciendo declaraciones en Estados Unidos hace, para AMLO, aún más urgente dos “transformaciones” cruciales para su defensa y la de sus hijos.
Primero, le urge la colonización total del Poder Judicial por parte de sus seguidores (Lenia Batres multiplicada por miles) para que sea su sirviente obediente. Lo mismo que ha logrado Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua y Díaz Canel en Cuba. Así, se limita la posibilidad de que prospere cualquier denuncia por corrupción, vínculo con el narco o abuso del poder en su contra.
La otra “transformación” crucial para evitar cualquier conato de persecución es la cancelación del INAI. Así, las dependencias federales se cerrarán como ostras ante cualquier solicitud de información que pudiera perjudicar al ex Presidente. Y, por si no fuera suficiente, estará Raquel Buenrostro para cuidar la portería procesal, atajando cualquier asomo de peligro por peticiones de información por parte del público mexicano.
Es decir, desde la esfera del gobierno federal se está asegurando la posibilidad del “control total” contra fugas de información que pudieran perjudicar a AMLO, socios y familia. Y ese control también protege a los mandos militares-convertidos-en-prósperos empresarios. Y escuda a los socios vinculados con empresas originadas en los bajos fondos de los cárteles de Sinaloa y Jalisco.
El Plan C no es un programa ideológico a favor de los pobres. El Plan C es el proyecto de colonización del aparato del Estado en su conjunto para asegurar la perpetuación en el poder de un grupo de voraces nuevos ricos cuyo horizonte es el 2050, como mínimo. Para mantenerse en el poder se asocian con poderes fácticos de la sociedad mexicana, empezando por el narcotráfico.
El problema que se le presenta a AMLO con lo de Zambada es que se pueden generar órdenes de aprehensión internacionales, como le sucedió a un ex Presidente de Honduras, hoy preso en Estados Unidos. Obviamente esa eventualidad le está inquietando a AMLO.
De no ser así, no repetiría frases tipo “tendrán que probar los dichos con pruebas”. Él festejó los dichos de los narcos sobre García Luna, sin pruebas. Hoy ya está exigiendo pruebas, y aún no se ha dicho nada sobre su involucramiento con el narcotráfico, por lo menos públicamente. Pero obviamente AMLO se está preparando anímicamente para esa eventualidad.
Una crisis de esa envergadura va a impactar en su línea de flotación a la economía mexicana. Ebrard acaba de decir “no mezclen esto con el comercio”, como insinuando que la economía es un mundo aparte de la política. Eso es lo que la 4T quisiera que pensáramos.
Pero es una falacia, cercana a la ignorancia. Política y economía no son separables. Por eso, sí está en juego la continuación del T-MEC, si se implementan las prácticas que llevan a México a ser un régimen autoritario, unipartidista y antidemocrático.
Por ejemplo, hoy, con la mano en la cintura, el gobierno “de la transformación” amenaza con el despido masivo de trabajadores en paro. Esa es la prueba más clara del pensamiento autoritario y antidemocrático que subyace en el proyecto político de AMLO.
Solamente un ingenuo o alguien que no le importa el país pudiera pensar que la conexión entre política y economía no existe. Es materialismo histórico 1. La soberanía tampoco es tema. Llevar la soberanía al extremo como argumento lleva a postular una economía aislada del resto del mundo. Un país autárquico cuando 20 millones de mexicanos viven en Estados Unidos es cerrar los ojos ante la realidad. Es la soberanía convertida en una fantasía útil sólo para engañar a los tontos.
Volviendo al origen: al operativo clandestino de Estados Unidos y algunas autoridades mexicanas para sacar al Mayo Zambada del país. La amenaza me parece clara. Si México sigue por la ruta de querer consolidar un régimen autárquico, represivo y autoritario, lo más probable es que dentro de pocas semanas o meses habrán órdenes de aprehensión internacionales en contra de AMLO y socios.
Con ese régimen en México se romperá la “tradicional amistad entre países”. Se podrá esperar cualquier cosa.
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
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MAAZ