“Francia necesita una mayoría clara en serenidad y armonía.” Emmanuel Macron
A tan solo una semana el cartesiano político europeo cambió sorpresivamente. En la primera vuelta de las elecciones legislativas que anticipó Macron, después de los resultados en los comicios europeos, todo parecía que se recargaba a la derecha, a la extrema derecha.
Posteriormente vinieron las elecciones de Reino Unido y tras catorce años de gobiernos dirigidos por los conservadores el Partido Laborista se alzó con la victoria. Y enseguida, en la segunda vuelta francesa y en contra de todos los pronósticos -tanto de encuestas y analistas-, la izquierda revive en el balotaje, la derecha se va al tercer sitio y Macron sobrevive.
Los resultados fueron por demás impensados tras una semana de vuelcos en la política y también en la sociedad francesa. El Nuevo Frente Popular (que hace un mes no existía), con los verdes, socialdemócratas, socialistas, comunistas y la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon lograron aglutinarse en un objetivo común (igual de impensable que los propios resultados); la coalición centrista o macronista de Juntos consiguieron acordar con la izquierda (más impensable que todo lo anterior) para detener a la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen, quien -en realidad- obtiene un gran avance en su cruzada por llegar a la presidencia.
La clave principal fue que estos acuerdos entre el centro macronista y la(s) izquierda(s) decidieron que en los distritos que perdieron o que no veían posibilidad de triunfo ante el partido de Le Pen, “sacrificaron” más de 200 candidaturas, es decir, prefirieron llevar la elección a medios, no diluir la votación en terceras partes y así concentrar todas sus fortalezas acotando la decisión del sufragante a -la extrema derecha- u -otra cosa- aún por descubrir. Una jugada de auténtico ajedrecista.
Con esta serie de movimientos Macron cedió algunos espacios y Mélenchon otros para lograr el famoso “cerco sanitario” y contener a la derecha.
Otra clave fundamental para estos resultados fue la participación. Desde 1981 no se lograba que unas votaciones tuvieran tanta expectativa y movilizara a más del 67 % de la población, en especial a las y los votantes jóvenes, en aquellos comicios se eligió a Mitterrand.
En este sentido, pudimos observar que en plazas públicas de todo Francia las movilizaciones intergeneracionales con la consigna [la extrema derecha] “no pasará” y se festejó el triunfo del fracaso de Reagrupación Nacional. Las y los jóvenes franceses, hijos de la “igualdad, equidad y fraternidad” vieron en las políticas de extrema derecha un verdadero peligro para lo que esa generación espera de la vida política.
Sin embargo y como ocurre después de unas álgidas elecciones es el cuestionamiento furo de ¿ahora qué? Para Le Pen no fue una derrota (143 escaños, la cantidad más alta en su historia), solamente no fue la victoria que esperaba, pero sigue con su idea clara hacia el 2027.
Para Macron fue “comprar tiempo”, seguir presente con sus 168 legisladores, evitar la moción de censura y -aguantar- mediante negociaciones con lo más pegado al centro de la izquierda y derecha del hemiciclo francés. Para Mélenchon es una clara victoria (182 curules), pero quizá sea una pírrica, pues la sociedad francesa tampoco quiere a la extrema izquierda que él y su Francia Insumisa representan.
Para Francia celebrar que la democracia está viva, que las y los jóvenes siguen interesados y que en política nada está escrito. Ya después se verán las complejidades y vicisitudes de una división tan marcada en el parlamento.
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
EEZ