En mis dos entregas anteriores mostré que en Estados Unidos las brechas electorales por género, raza, edad e ingreso han disminuido (https://tinyurl.com/4x333xcx), pero las relacionadas con lugar de residencia, años de escolaridad e interés por las noticias y fuentes de información han aumentado (https://shorturl.at/LnNru). En esta tercera y última entrega sobre el tema me ocuparé de las implicaciones políticas de esos datos y su significado para México.
Una primera implicación es que el personaje de Donald Trump ha experimentado un proceso de despatologización entre el electorado estadounidense. Ya no es aquel impresentable que al principio casi nadie se tomaba en serio, aquella figura entre ridícula y siniestra que tomó por sorpresa al sistema de partidos en 2016.
Aunque sea tan disruptivo y anti-establishment, Trump ya es un político naturalizado y establecido. La despolarización por género, raza, edad e ingreso responde, en buena medida, a que su nivel de “aceptabilidad” ha mejorado entre sectores que antes lo rechazaban más rotundamente. Es un error verlo como un bache, un paréntesis o una anomalía: Trump representa una nueva normalidad.
Una segunda implicación es que el partido demócrata no ha logrado encontrar un liderazgo carismático que pueda enfrentar con eficacia al trumpismo. Tampoco ha podido articular un mensaje que sepa conectar con los principales agravios y ansiedades que han producido en la sociedad estadounidense las transformaciones demográficas, económicas y culturales de las últimas décadas.
El progresismo de los demócratas no cuadra con el sentimiento de quienes perciben (con razón o sin ella) que el país y sus élites los están “dejando atrás”: hombres blancos o latinos, personas que viven en entornos rurales, sin educación universitaria, que tienen poco interés en las noticias o ya no le creen a los “medios tradicionales”.
El significado de ambas implicaciones para México es muy negativo. Desde su primera campaña por la Casa Blanca en 2016, Trump no sólo no ocultó su hostilidad hacia México sino que la convirtió en una de las mayores señas de identidad de su candidatura.
Ahora en 2024, a sus viejas propuestas de imponer aranceles, construir un muro fronterizo o deportar a millones, añadió otras nuevas como responsabilizar a México por las muertes relacionadas con sobredosis de fentanilo, estigmatizarlo por ser una suerte de “caballo de Troya” chino en el espacio comercial norteamericano, o emprender acciones armadas unilaterales contra cárteles y narco-laboratorios en territorio mexicano.
Una mayoría del electorado estadounidense validó esas ideas en las urnas. La normalización de Trump es la normalización de la imagen de México como vecino no confiable y de su utilidad política como lucrativa piñata electoral e inagotable chivo expiatorio.
Y la derrota de los demócratas, lejos de augurar posiciones más progresistas respecto a México, probablemente los llevará a un mayor endurecimiento de su agenda mexicana.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
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