Como cada seis años, tocó presentar el recetario de soluciones que ahora sí van a pacificar al país, que ahora sí van a acabar con la impunidad y que ahora sí lo van a sacar de su cada vez más extensa crisis de soberanía, esa que se manifiesta en un Estado incapaz de administrar orden y justicia en todo su territorio.
La receta esta vez fue pequeña y sin grandilocuencias. La “estrategia” que presentaron Claudia Sheinbaum y su secretario Omar García Harfuch fue en realidad un plan de trabajo del último. Un planteamiento práctico sobre cómo sacar el mayor provecho al limitado poder que le dieron para tratar de contener la violencia organizada en el país.
Se agradece el pragmatismo no tanto por el contenido, sino por el distanciamiento; el viraje respecto al obradorato. Lo más relevante estuvo en el énfasis: en que se volvió a hablar de combatir al crimen organizado. Quedó conjurada aquella fatídica e inmoral frase de los abrazos, no balazos, que no se mencionó ni una sola vez.
Lo central estuvo en lo que toca a la inteligencia criminal y la coordinación: el rol que quiere jugar el secretario civil para empoderarse. Lo que propone es hacer de su Secretaría un aparato de inteligencia e investigaciones de las grandes organizaciones criminales que generan violencia en el país. Por eso busca crear una Subsecretaría de Inteligencia, para tratar de fusionar las distintas fuentes que generan otras dependencias, para hacer trabajo de campo y gabinete propio, recuperar al CNI (antes CISEN), hacer inteligencia de datos, y diseñar estrategias e investigaciones mejor sustentadas.
Reitero que lo que hay ahí es una buena dosis de pragmatismo. Porque, aunque la presidenta insista en que sigue la ruptura con el pasado pre-obradorista, lo cierto es que Harfuch plantea hacer lo que aprendió en los gobiernos de la transición y que aplicó en la CDMX. Básicamente, está buscando retomar las capacidades de lo que fue la Agencia Federal de Investigación y luego de las áreas de inteligencia de la Policía Federal. Reconstruir lo que se pretendió hacer con Plataforma México. Volver a esa trayectoria de aprendizaje de una comunidad civil de seguridad e inteligencia que apenas era incipiente y que el gobierno pasado buscó aniquilar.
El problema del plan del secretario es que por más que sus esfuerzos sean exitosos, dependerá de dos fuerzas ajenas a su control: la Fiscalía General de la República, que en última instancia será la que tendrá que girar las órdenes de aprehensión para que sus casos de investigación puedan judicializarse y el Ejército que, al tener la presencia territorial y el control de la Guardia Nacional, será quien decida si alinea o no sus estrategias de combate con los objetivos de Harfuch.
A diferencia de la CDMX, donde controlaba tanto la investigación criminal como el despliegue operativo, aquí solo contará con uno de sus brazos de actuación.
Y aquí vamos a lo que faltó: que el titular de la Sedena, que estará al mando del mayor despliegue militar de nuestra historia, presente también una estrategia puntual de cómo piensa utilizar al Ejército y a la Guardia Nacional. No queremos escuchar nada más sobre cuántos cuarteles construyen o cuántos reclutas tienen, como sucedía con el General Sandoval. Queremos saber cómo piensan contener los conflictos armados de Sinaloa y Chiapas; bajo qué criterios van a desplegar a la Guardia y a los soldados; cómo piensan mejorar sus tácticas y operaciones para derrotar al enemigo. Queremos saber cuál es su plan de Defensa Interior.
El otro problema de lo hasta ahora planteado es que se centra en la reacción y la contención de los incendios actuales, no en resolver los problemas estructurales que los generaron. Y no, no hablo de la charlatanería de combatir la pobreza para combatir el crimen.
Hablo de cómo organizaremos al Estado para atender sus dos problemas, el de seguridad pública y el de seguridad nacional. Falta un planteamiento de una reforma relevante al aparato de seguridad que reordene capacidades y responsabilidades. Y más aún, política pública para fortalecer al Estado desde lo local; no se anunciaron ni recursos ni programas para construir corporaciones policiales y de justicia que garanticen un orden permanente.
Se agradece, pues, el viraje, se reconoce el pragmatismo, pero preocupan las ausencias. Ojalá este sea un sexenio donde la comunidad de seguridad, dentro y fuera del gobierno, recuperemos un diálogo constructivo para llenar esos vacíos y tratar de poner todas las piezas en su lugar. La crisis no espera.
POR CARLOS MATIENZO
DIRECTOR DE DATAINT
@CMATIENZO
MAAZ