El inicio de una nueva gestión gubernamental es siempre ocasión para revisar, renovar e innovar. La dinámica de las relaciones internacionales no es la excepción, incluso, por el contrario, pues la personalidad de los líderes nacionales puede significar un giro total en la dinámica entre Estados.
El sistema internacional se sustenta en tratados y convenciones, instrumentos legales del derecho internacional que a lo largo de los siglos ha establecido un modus vivendi que permite la convivencia pacífica entre los países. No fue extraño en el siglo XIX que el establecimiento de relaciones iniciase con un “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación…”. El propio sistema de la Organización de las Naciones Unidas que abarca una amplia lista de tareas, ha permitido dar forma a la asistencia a refugiados, la transferencia de tecnologías, el establecimiento de estándares para la comunicación, a la formulación de programas de vacunación, alfabetización y asistencia social, entre muchas otras tareas y ello es posible a partir del consenso entre los países miembros.
Pero en la práctica cotidiana a la estructura legal de las relaciones entre naciones se suman aspectos menos estructurados como las diferencias culturales, la interpretación de la historia, el determinismo geográfico, lengua, religión. Todos estos aspectos tienden a ser más relevantes en las relaciones de vecindad y cercanía entre países. Por ejemplo, México tiene una evidente frontera al Norte, geográfica por ríos y desiertos, lingüística entre el español y el inglés, religiosa entre el catolicismo y el protestantismo y con una larga historia de desencuentros y reclamos. Pese a ello la relación con Estados Unidos es la más importante en muchos aspectos que tiene nuestro país. En cambio, al Sur si bien determinada por una porosa frontera fluvial, la cercanía religiosa, lingüística y cultural, así como la propia traza histórica, la frontera parece en ocasiones ser un mero accidente político que no determina del todo la interacción regional.
Es entonces que la personalidad de los mandatarios adquiere un espacio especialmente relevante; pues en gran medida será ese sello personal el que orientará la interpretación de los factores subjetivos e incluso la adherencia a los principios legales de la convivencia entre los países. Pensemos al respecto en Vladimir Putin, quien en diversas intervenciones ha reclamado su interpretación a una “Gran Nación” rusa, reviviendo el expansionismo zarista de diversos siglos como justificación de sus acciones. Desafortunadamente podemos sumar a una gran variedad de líderes equivalentes en la apelación a derechos nacionales para justificar su actuar: Israel, el propio Estados Unidos, la ambición de extensión sobre Guyana por parte de Venezuela, en fin, la retórica es una herramienta de uso intensivo.
En suma, el sistema internacional es en la práctica un balance entre el marco legal de la convivencia pacífica y la praxis política de los líderes y sus gobiernos y por ello un relevo al mando de un país es oportunidad de cambios importantes en la gestión internacional.
Si la mejor política exterior fuese la interior no hubiésemos sobrevivido como nación independiente, cuando al poco tiempo de nuestra liberación buscamos relacionarnos con otros países latinoamericanos que igual surgían a la vida independiente o si no hubiésemos buscado justamente un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con la corona británica, acérrimo rival del reino español del que nos independizábamos; las amenazas expansionistas de Estados Unidos se hubiesen hecho realidad antes e incluso nuestra defensa frente a intentos de reconquista española podrían haber sido fallidos.
México es un activo integrante de la comunidad internacional y nuestra economía es mayoritariamente dependiente del comercio exterior, si sumamos los más de treinta millones de habitantes en Estados Unidos de origen mexicano, difícilmente podemos seguir la apuesta aislacionista como égida de nuestras relaciones internacionales; la realidad impone condiciones y demanda responsabilidades nacionales si queremos disfrutar de las ventajas de la vinculación externa. La revisión constructiva de nuestro actuar internacional por supuesto incluye el sello personal y la orientación política que un gobierno quiere dar a su gestión, tal y como lo hemos hecho sexenio tras sexenio, conservando la presencia de México en el escenario mundial, para el bien de los intereses nacionales.
*Embajador de México, Actualmente preside la Asociación del Servicio Exterior Mexicano @ASEM_SRE www.asemex.org
Hacia la política exterior
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