Malos modos

El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero

No es que escaseen los libros sobre los entrecruzamientos de la creatividad artística y la enfermedad mental –disculparán la vaguedad del término

El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

No es que escaseen los libros sobre los entrecruzamientos de la creatividad artística y la enfermedad mental –disculparán la vaguedad del término–. Hay una entendible cuota de curiosidad hacia esa convulsa zona de la mente por parte de los profesionales del cerebro –psiquiatras, neurólogos, psicoanalistas, etc– y, desde luego, no poca literatura testimonial sobre la locura –de nuevo, mis disculpas por usar semejante palabra–, desde los pozos de la depresión que retrata William Styron en Esa visible oscuridad, hasta la terrible y prodigiosa obra autobiográfica que hoy llamamos Un ángel en mi mesa, de Janet Frame (se hizo muy conocida gracias a la adaptación cinematográfica de Jane Campion, estrenada en 1990), y hasta la minuciosa descripción del delirio psicótico de Daniel Paul Schreber, en Memorias de un enfermo de nervios.

Mucho más difícil es encontrar es un libro que, desde la literatura, se atreva a bucear en esas aguas. La que se atreve es Rosa Montero, que acaba de publicar en Seix Barral El peligro de estar cuerda. Un atrevimiento que se agradece. 

El libro tiene varias capas. Hay, sí, una inteligente metabolización de muchas, pero muchas lecturas técnicas, de la psiquiatría a la neurología o el psicoanálisis, lo mismo de libros digamos clásicos que de lo más reciente que se ha publicado en esos campos. Hay, sobre todo, mucha literatura bien leída y muy bien contada, de la propia Frame, a Virginia Woolf, a Carmen Laforet, a Emmanuel Carrère, a Strindberg, a Thomas Bernhardt, sin pasar por alto, por supuesto, las conexiones entre las drogas, la adicción y el proceso creativo, desde el enganche con el opio de Thomas De Quincey, hasta el alcoholismo de tantos gringos –Hemingway, Dashiel Hammett, Faulkner, Bukowsky, Raymond Carver, Stephen King–, hasta la adicción a la cafeína de algún que otro clásico francés del XIX,  como es el caso, muy conocido, de Balzac.

Hay, claro, una sólida carga autobiográfica en el libro, una visita poco solemne, lúcida, a la vida de Montero con sus ataques de pánico, pero sobre todo a su obra y sus procesos creativos. Y, más sorprendentemente, o tal vez no tanto puesto que hablamos de una novelista, hay una infiltración sutil, envidiablemente natural, de lo que tiene toda la pinta de ser –va otro término muy discutible, prometo que el último– literatura de ficción con la máscara sonriente de la no ficción.

Estamos, pues, ante un libro que se diría muy natural en la obra de Rosa Montero, conocida entre otras cosas por sus habilidades para la mezcla de géneros. ¿Cómo clasificaríamos un libro mestizo como El peligro de estar cuerda? Me parece que, sin más como un libro de ensayo, el género ornitorrinco por excelencia, con el permiso, justamente, de la novela. Ensayo, no hace falta decirlo, del muy bueno. 

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

MAAZ

 

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