La violencia digital se da en un contexto de violencia social, expuesto y replicado de modo constante en los medios tradicionales y electrónicos, las veinticuatro horas del día. De ahí que el paso que hemos dado en su percepción, y muchas veces tratamiento, haya sido hacia su normalización.
Para quien la ejerce, es una extensión de violencias sufridas y ejercidas previamente fuera del contexto digital; para quien la sufre, es una pesadilla que trasciende de lo inmaterial a lo físico. Y aunque es obvio que la violencia ha existido siempre, es preciso reconocer que las plataformas y arquitecturas digitales prácticamente ubicuas en la actualidad, no solo se han convertido en útiles extensiones mentales de nuestra persona, también han resultado en que la violencia ejercida en esa arena de exposición y expresión sin grandes límites genere efectos igualmente expansivos.
Todos los días, las mujeres son abusadas, amenazadas o calumniadas en las redes sociales digitales. Sin embargo, los operadores de estas plataformas están haciendo muy poco para hacer del espacio digital un lugar más seguro para las mujeres.
La violencia digital está en todas partes. Las mujeres y las niñas son increíblemente vulnerables a los mensajes de odio, el acoso sexual, hasta a las amenazas de violación y asesinato en Internet. Una encuesta realizada por la organización asesora alemana HateAid muestra que alrededor del 52% de las mujeres entre 18 y 35 años han sufrido violencia digital al menos una vez. Por informantes internos, sabemos que las redes y plataformas sociales más grandes transmiten una gran proporción de esta violencia y, de hecho, promueven efectivamente estas conductas lesivas de la dignidad de las mujeres, con sus algoritmos y su aparente renuencia a sancionar los abusos y eliminar de inmediato las publicaciones de odio.
La pregunta, me parece que nos debe golpear la cara. ¿Qué debe suceder para que las redes sociales se conviertan en espacios públicos más seguros? Por un lado, es importante que estas plataformas y las empresas que las operan cuenten con más personal para investigar las quejas detalladas de manera confiable y garantizar que los mensajes de odio, las amenazas y los insultos se eliminen lo más rápido posible.
Como se ha sabido también, en virtud de los escándalos relacionados con las Big Techs, que han sido ventilados en Estados Unidos y el Reino Unido sobre todo, lamentablemente son las mujeres de países de habla no inglesa las que se encuentran particularmente en riesgo, porque estas corporaciones enfocan predominantemente sus actividades contra la violencia digital en los Estados Unidos.
Esto claramente no es solo un tema de discriminación entre países por parte de las empresas de tecnología, es simplemente un tema de eficacia normativa y mecanismos efectivos de sanción a los que este tipo de empresas sí están sujetos en otros países y no así en el nuestro.
En ese sentido, es importante que las mujeres reciban una señal clara de que el Estado mexicano está tomando en serio el problema de la violencia digital y adoptando, más allá de lo formal, medidas para erradicarla. Una regulación efectiva para combatir este flagelo podría ayudar potencialmente a marcar el comienzo de nuevas redes sociales más justas.
Quizá, en algún punto logremos que los operadores de estas poderosas plataformas caigan en cuenta de que podrían ser aún más rentables si, finalmente, comienzan a asumir sus responsabilidades de cara a las personas.
Mtro. Julio César Bonilla Gutiérrez
Comisionado Ciudadano del INFO CDMX
Twitter: @JulioCBonillaG
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