América Latina debe aprovechar el momento internacional, cuando una potencia hegemónica trastabilla y la nueva todavía está por llegar a la cumbre de su poder para embarcarse como región en un "no-alineamiento activo" que le permita alcanzar sus propias metas de desarrollo y bienestar.
Esa es, en un resumen superficial, la tesis fundamental de la propuesta que lanza el distinguido diplomático chileno Jorge Heine, para quien la difuminación de los poderíos absolutos crea oportunidades para la región como un todo y para sus componentes individuales. Así, la disminución del poderío estadounidense y el crecimiento de China son la circunstancia principal, pero no única del mundo actual.
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Aparecido durante la pandemia de COVID-19, que golpeó al mundo y de manera brutal a una Latinoamérica que comenzaba a recuperarse de la crisis de 2008-09: antes de que la nueva "marea rosa" regional se convirtiera en realidad, y mucho antes de que la invasión rusa en Ucrania diera mal nombre al gobierno de Vladimir Putin y sus pretensiones de actor internacional y acelerase la polarización mundial, el libro y la propuesta formulada ofrecen, sin embargo, propuestas viables, aunque no fáciles, para los países de la región.
De hecho, Heine ha anotado, y con razón, que la no-alineación activa tiene que adaptarse a las circunstancias de cada país.
La tesis central es la importancia de que la región aproveche la nueva competencia para reinsertarse en el mundo con menos desventajas. En qué medida la idea se vea afectada por la nueva Guerra Fría está por verse.
La competencia económica seguirá presente. Para Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, China es hoy el principal socio comercial, muy por encima de Estados Unidos, Europa o Japón.
Pero esa presencia competidora no es del todo positiva. Si, por un lado, disminuye la dependencia tradicional de EU y Europa, un texto firmado por el propio Heine y otros dos autores en la revista Nueva Sociedad advirtió que "la forma de inserción internacional resultante de los lazos con China no es sustancialmente distinta de la clásica relación centro-periferia. Ella se traduce en un comercio basado en las exportaciones de materia prima de la región y la importación de productos manufacturados chinos".
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Una política de "no-alineamiento activo" no se refiere sólo a ubicarse entre las potencias sin inclinarse por alguna, sino a ver hacia polos de oportunidad hasta ahora ignorados en Asia central y sudoriental, los países árabes y África.
Con todo, Beijing seguirá como uno de los principales socios comerciales de América del sur, y EU como la presencia dominante en México, Centroamérica y la cuenca del Caribe.
En el caso de México, una consideración aparte es su vecindad con EU, que podría redundar en su beneficio, si logra atraer cadenas de producción que comienzan a salir de China. Pero eso dependerá de políticas basadas en la realidad y no en las ilusiones.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
MAAZ
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