El presidente Joe Biden enfrenta una prueba de fuego a un año de asumir el poder de la Casa Blanca: una posible guerra regional con Rusia. Con solo 42% de aprobación, niveles de inflación históricos, trabas legislativas, y las interrupciones a las cadenas de suministro por la pandemia, el mandatario estadounidense tendrá que tomar decisiones sobre la crisis en Ucrania que podrían marcar su legado.
A casi seis meses de la retirada caótica en Afganistán, el presidente Biden contempla enviar tropas estadounidenses a Europa del Este y a los países bálticos para apoyar a sus aliados de la OTAN ante una posible invasión rusa de Ucrania, a pesar de que había dicho que esta opción no estaba contemplada dentro de las posibles respuestas de Estados Unidos. Sin embargo, el portavoz del Departamento de Defensa, John Kirby, informó que 8,500 soldados estadounidenses están en "alerta máxima" por si es necesario desplegarlos a Ucrania.
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La Casa Blanca generalmente ha tratado de evitar adoptar medidas que puedan provocar a Rusia, pero debido a que la última evaluación de inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania determinó que Rusia ha desplegado más de 127 mil soldados en la región, los suficientes para realizar un ataque militar contra Ucrania, el Gobierno de Estados Unidos, en amplia coordinación con la OTAN y el G7, enviaron armas a Ucrania y advirtieron que un ataque ruso enfrentaría graves consecuencias económicas que afectarían a industrias clave del Kremlin.
El presidente Biden informó que Estados Unidos no está obligado a enviar tropas para defender a Ucrania en caso de una invasión, dado que la exrepública soviética no es miembro de la OTAN, a pesar de que ha intentado unirse a ella durante años y mantiene una sólida asociación con la Alianza. Es Importante mencionar que impedir la integración de Kiev a la OTAN fue una de las peticiones de Rusia en las negociaciones diplomáticas que se realizaron en semanas pasadas.
La presencia de tropas estadounidenses en el Este de Europa y su posible intervención en una guerra regional tiene una cierta lógica. El armar a los ucranianos y apoyarlos con soldados, podría representar la muerte de una cantidad importante de rusos, un escenario que podría complicar la estrategia de Vladimir Putin, quien apuesta a que una invasión de Ucrania sea parecida a la anexión de Crimea en 2014, cuando la OTAN no respondió militarmente. Putin considera a Ucrania como parte de la “esfera de influencia” de Rusia y parte de su territorio, y por eso intenta bloquear su entrada a la UE y la OTAN.
El inicio de una guerra regional tendrá un alto costo para la Casa Blanca y sus aliados. La tensión global por la situación en Ucrania provocó pérdidas en Wall Street y las bolsas europeas. El suministro de gas natural desde Rusia al continente europeo será una de las consecuencias inmediatas que tendrán que solucionar los miembros de la OTAN, ya que el Kremlin es el mayor proveedor de Europa.
Por otro lado, la credibilidad de la política exterior del presidente Biden esta en juego. Para un gobernante que se comprometió a fortalecer las alianzas internacionales, trabajar con organismos multilaterales, y reposicionar al país como un socio confiable en el sistema global tras cuatro años de Trumpismo, lo que queda claro tras la salida de Afganistán y la crisis actual en la frontera en Ucrania es que la diplomacia estadounidense deja mucho que desear. Las distintas rondas de negociaciones diplomáticas con Rusia no lograron reducir las tensiones, al contrario, han conducido a lo que podría convertirse en la crisis europea más grande desde la Guerra Fría.
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En un aviso de viaje nivel cuatro, el Departamento de Estado anunció que reducirá la presencia del personal y de las familias diplomáticas en la Embajada de Estados Unidos en Ucrania a partir de este domingo 23 de enero.
También, pidió a los ciudadanos estadounidenses considerar distintas opciones de transporte para salir de Ucrania lo antes posible.
POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED
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