DESDE AFUERA

¿Nicaragua cierra el círuclo?

La ironía, o tal vez la tragedia, es que sea Ortega el que fuera líder político de una revolución que cautivó la imaginación y la simpatía de muchos

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace algunos años, en 2017, el entonces representante mexicano ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Alfonso de Alba, expresó la preocupación de México por los problemas políticos que se registraban en Nicaragua, y encontró la respuesta de su entonces homólogo nicaragüense, Luis Exequiel Alvarado, que reprochó la injerencia en asuntos internos y aseguró que el gobierno mexicano haría mejor en preocuparse de sus asuntos domésticos.

Cuarenta años antes, el legendario embajador del gobierno de Anastasio Somoza en Washington, Guillermo Sevilla Sacasa, usó su último discurso como representante nicaragüense en la OEA para criticar a Costa Rica, en particular, por haber permitido que su territorio hubiera sido base de los sandinistas.

Pero no es sólo don Exequiel quien ha recorrido el círculo completo: los sandinistas rescataron a Nicaragua de una dictadura, pero medio siglo después, su entonces y hoy líder principal, Daniel Ortega, parece en camino de convertirse en otro salvador permanente.

En los últimos 10 días, el gobierno nicaragüense determinó el arresto de al menos 13 líderes políticos de oposición, incluso cuatro aspirantes a candidaturas presidenciales, en lo que se considera como una medida para asegurar el triunfo del actual mandatario en las elecciones de noviembre próximo.

Los arrestos fueron basados en una legislación que bien podría haber sido promulgada por el que parecía cada vez más distante régimen somocista.

La "Ley de Defensa de los derechos del pueblo a la independencia, la soberanía y la autodeterminación para la paz" determina en uno de sus artículos que serán punibles "actos que menoscaban la independencia, la soberanía, la autodeterminación, incitar a la injerencia extranjera en asuntos internos, pedir intervenciones militares, organizarse con financiamiento de potencias extranjeras para ejecutar actos de terrorismo y desestabilización, proponer y gestionar bloqueos económicos, comerciales y de operaciones financieras en contra del país". 

La interpretación queda por supuesto al gusto del gobierno, y siempre se puede realizar el arresto y semanas después una liberación con el "usted disculpe", aunque ya se habrá cumplido el objetivo de anular –y quizá hasta atemorizar– al opositor al menos temporalmente.

Pero es una formulación que hace un flaco favor a la izquierda regional. No porque el alegato, o Daniel Ortega, sean de izquierda –que es cuestionable– sino porque se ostentan como tales.

Después de todo, pone en duda la palabra y las promesas de los políticos de izquierda democrática o moderna, al margen del país en que se encuentren.

La ironía, o tal vez la tragedia, es que sea Ortega, el que fuera líder político de una revolución que, al igual que la cubana, cautivó la imaginación y la simpatía de muchos en este continente, el encargado de cerrar el círculo y regresar Nicaragua al gobierno de una familia.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

 

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