DESDE AFUERA

De la relación México-EEUU

El gobierno de Joe Biden tiene intereses políticos que preocupan a la administración mexicana

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el anecdotario extraoficial de la Secretaría de Relaciones Exteriores se relata que a mediados del siglo pasado un embajador mexicano en Washington se quejaba de las complicaciones de su puesto: "es difícil criticarlos hoy (a los Estados Unidos) y pedirles prestado mañana".

El dicho se vuelve actual luego de ver el estado de la relación bilateral, una en la que por proximidad, conveniencia y realidad se apuesta la situación económica a la del vecino del norte y los vínculos con él, pero al mismo tiempo y por ideología, o imagen personal, se busca marcar distancias, a veces de forma reactiva y emocional.

No se trata de cuestionar la política exterior del gobierno actual, tan aparentemente enfocada en marcar diferencias. Pero sí recordar que la historia reciente está llena de intentos infructuosos de abandonar la dependencia de un solo socio comercial.

La integración económica y social es definida como "interméstico” –internacional con impacto doméstico– o "glocal" (que reúne factores globales y locales), y ha llevado a formas y fórmulas que muy bien podrían usarse ahora.

Es una consideración que cuenta para los dos países. En ese sentido el chantaje público de Donald Trump para que México frenará por la fuerza con el flujo de migrantes centroamericanos a cambio de evitar la imposición de tarifas comerciales punitivas resultó una herramienta tan burda como eficiente.

El gobierno de Joe Biden es más tradicional en los usos diplomáticos, pero tiene intereses políticos propios que provocan intranquilidades en temas como medio ambiente, seguridad y derechos humanos.   A su vez, el gobierno mexicano tiene que buscar mejores formas de jugar sus cartas. 

Para empezar, guardar formas. Porque a fin de cuentas, como se atribuye a Jesús Reyes Heroles (padre), "en política, como en poesía, la forma es fondo".

Se pueden marcar distancias y mantener vínculos económicos íntimos. México, tanto como Canadá, lo han hecho y vivido por décadas con esa dicotomía: no es fácil conservar independencia al compartir vínculos sociales, familiares y fronteras con la mayor potencia económica y militar del mundo, una que tiene genes paranoicos. 

La parte positiva es que se han alcanzado equilibrios en base a la necesidad de compromisos y la conciencia que en una relación asimétrica es importante maniobrar con prudencia y elegir las peleas.

Pero hay preocupación de que el estilo personal ponga a prueba la vieja costumbre de "aislar los problemas para evitar que contaminen el resto de la relación" sobre la base de que "estamos de acuerdo en estar en desacuerdo".

El hecho en todo caso es que la relación es tan amplia, tan profunda y diversa, que es tan fácil encontrar motivos para el agravio como razones para el optimismo.

El punto está en hallar equilibrios y entablar diálogos por encima de problemas incidentales. Y esa es la tarea de los dos gobiernos.

Por JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

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