DESDE AFUERA

Lo complejo de una relación

Versiones procedentes de Washington, dan cuenta que el gobierno de Biden tiene crecientes dudas respecto al presidente López Obrador

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La complicada relación entre México y Estados Unidos se puso de manifiesto en la reunión de la Comisión de Libre Comercio del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

En cierta forma, es un relato de los encuentros y desencuentros de dos países cuyos gobiernos se necesitan más de lo que quisieran aceptar.

El T-MEC, como el precedente Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), no es sólo de comercio, sino  que incluye también cuestiones de inversión.

En términos reales, el TLCAN fue visto en su momento también como un aval estadounidense al gobierno mexicano, así como una mayor vinculación política y económica entre los dos países, al propiciar inversiones externas al abrir el mercado estadounidense a productos hechos en México. Pero incluyó, como el T-MEC ahora, una serie de condicionamientos manifiestos e inferidos.

Entre ellos, un grado importante de liberalización y apertura a la empresa privada, incluso en sectores que antes les estaban vedados.

El impacto del acuerdo en los 90 se reflejó en los flujos de comercio, de inversión y producción. Pero aunque hubo un crecimiento de empleo y mejoría económica, los beneficios no alcanzaron a todos los sectores ni se repartieron igual.

En ese marco, versiones procedentes de Washington dan cuenta de que el gobierno de Joe Biden tiene crecientes dudas respecto al presidente Andrés Manuel López Obrador, alimentadas, en buena medida, por las crecientes presiones políticas domésticas procedentes de fuentes tan disímbolas, como grupos sindicales y empresas energéticas, amén de grupos ambientalistas y de derechos humanos.

Esos cuestionamientos pueden o no ser interpuestos oficialmente por  el gobierno estadounidense, aunque pueden llevar, como ya ocurrió, a la presentación de quejas tanto sobre problemas de sindicalización en México, que es una vieja queja de los sindicatos estadounidenses, como de grupos de inversión en la industria energética, que se consideran afectados por disposiciones que favorecen a Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

La problemática es doble. Por un lado, está el impacto que esas dudas tengan sobre inversionistas en México, que antes del inicio de la pandemia habían manifestado intranquilidad respecto a la certidumbre legal de inversiones en el país; por otro, el costo económico y político de esos cuestionamientos.

En contra, o como balance si se quiere, está la realidad de que el gobierno Biden está involucrado en un problema político creado por la crisis migratoria en la frontera común, y a querer o no, es un tema para el que necesita del apoyo de la administración mexicana, sobre todo, para detener –o administrar– los flujos de peticionarios desde Centroamérica.

Finalmente, en el futuro inmediato e indirecto, la apuesta económica del gobierno mexicano está vinculada a su relación con Estados Unidos. 

Por JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

dza