ANECDATARIO

“ARTE CON ALMA” (Parte 1)

Días más tarde, Guillermo llevó hasta mi casa los cuadros que le compré

OPINIÓN

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Atala Sarmiento/ Anecdatario / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Los pasillos del consultorio del gastroenterólogo se habían transformado en una especie de galería de arte exhibiendo los cuadros de un joven artista plástico mexicano que había pasado tiempo formándose en España.

Llamó mi atención y curiosidad el colorido y las formas originales de su obra y pregunté por sus datos para contactarlo. Se llamaba Guillermo Schulz, cuyo padre era paciente del médico por una afección hepática y, con su obra, Guillermo ayudaba a pagar los costosos tratamientos de su papá.

Un día visité el estudio que montó en casa de sus padres para comprarle obra. Contemplé en el comedor un cuadro que atrapó mi atención por la peculiaridad de los colores y su composición abstracta. “Esta es mi obra favorita de Guillermo” me dijo orgulloso su padre. “Fue de sus primeros cuadros y lo hizo sobre unas láminas de madera. Lo iba pintando y lo ponía a secar al sol y así fue como adquirió, en varias capas, esos tonos tan únicos que no he visto en ningún otro lado” concluyó mientras le brillaban los ojos de orgullo.

No me atreví a preguntar el precio cuando supe el vínculo emocional que tenía el padre del artista con la obra pero sí compartí mi apreciación y gusto por la misma.

Días más tarde, Guillermo llevó hasta mi casa los cuadros que le compré. 

Una vez que me entregó el material me dijo sonriente: “Te tengo una sorpresa, traje el cuadro rojo que estaba en el comedor de mis papás y que tanto te gustó”

Incrédula y compungida le dije que no tenía el arrojo de apropiarme una obra que era tan entrañable para su padre. Guillermo me explicó que él había estado de acuerdo en que yo me quedara el cuadro y que, de hecho, les beneficiaba más que lo comprara a que se quedara colgado en la pared de su casa.

Su nobleza y generosidad me conmovieron profundamente así que decidí darle un espacio súper exclusivo a la obra. Por aquel entonces tenía un sofá de piel que hacía juego perfecto con los tonos del cuadro, así que esperé a cambiarme a mi primera casa para convertirlo en el protagonista de la estancia.

En realidad se trataba de un díptico, dos láminas de madera en tonos tierra que eran el marco perfecto para mi sillón color terracota. Dicen que la primera impresión jamás se olvida, así que cuando abrías la puerta de la casa, tu vista se impactaba directo y sin recato en los cuadros de Guillermo resaltando, sobre el sofá, en una pared blanca de gran altura.

Ahí estuvieron colgados luciendo su esplendor. No era un cuadro cualquiera, tenía alma y vida propia, lo podías sentir y lo comprobé al tiempo.

Guillermo y yo íbamos teniendo comunicación esporádicamente. Un día me compartió que la dolencia de su padre se había agudizado; lamentablemente al poco tiempo falleció y entonces sucedió algo misterioso e inexplicable con el cuadro…

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI

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