DESDE AFUERA

La política, la nueva religión...

De acuerdo con las encuestas, 30 por ciento de los brasileños cree que no vale la pena hablar con quienes no están en sintonía con ellos

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La polarización es uno de los rasgos de la política actual. Uno que los teólogos y los historiadores podrían reconocer a lo largo de siglos y que frecuentemente se atribuye a creencias religiosas.

Hoy, sin embargo, se acredita a ideologías políticas, las nuevas formas de religión. Y eso tiene costos. 

De acuerdo con las encuestas, 30 por ciento de los brasileños cree que no vale la pena hablar con quienes no están en sintonía con ellos.

En Estados Unidos, un tercio de los republicanos considera que los demócratas son los peores enemigos de su país, y un tercio de los demócratas considera que los republicanos pro-Donald Trump son el peor peligro para su nación.

Esos son sólo dos ejemplos, pero podría compararse con la intensa rivalidad entre grupos religiosos o los que mezclan metas políticas y religiosas.

Es un fenómeno que lleva décadas. Quizá siglos ya. Tanto que ahora una diversidad de autores compara las disputas ideológicas con debates teológicos y la intensidad de los desacuerdos adquiere a veces características de "guerra santa".

De hecho, resultaría difícil separar la religiosidad y la secularidad en muchos de los actuales conflictos en Asia menor, pero sorprendería subrayar la religiosidad del debate político en países de otras regiones del mundo. 

Un reciente texto en la revista The Atlantic recordó que, según Abraham Kuyper, un teólogo que fue primer ministro de los Países Bajos a principios del siglo XX, todas las ideologías fuertemente arraigadas estaban efectivamente basadas en la fe, y que ningún ser humano podría sobrevivir mucho tiempo sin una lealtad máxima, que  si no derivase de la religión tradicional encontraría expresión en compromisos seculares como el nacionalismo, el socialismo o el liberalismo. 

En su libro Politics as Religion (Política como Religión), el escritor estadounidense Emilio Gentile plantea que durante los dos últimos siglos la política ha asumido características de la religión y reivindicado como propia "la prerrogativa de definir el propósito fundamental y el significado de la vida humana". 

Las entidades políticas seculares como la nación, el Estado, la raza, la clase y el partido se convirtieron en el centro de mitos, rituales y mandamientos y gradualmente se transformaron en objetos de fe, lealtad y reverencia, al igual que algunos líderes. 

Y desde esa perspectiva, la sacralización de la política se ha dado lo mismo en los regímenes democráticos que los autoritarios, entre socialistas o fascistas. 

Una diferencia podría ser que la política sacralizada puede ser democrática, en forma de religión civil, o puede ser totalitaria, en forma de religión política. Tampoco es nueva la tendencia de atribuir todas las características y virtudes imaginables a los propios correligionarios, y sobre todo al líder, y en cambio negar hasta la humanidad de críticos y adversarios. Hoy ocurre en el mundo. Y en México.

Por JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

rcb