ALHAJERO

De nuevo, camino al norte

El gran cambio de estos años es el fin de la pausa de una década a la migración laboral mexicana hacia Estados Unidos, con una nueva vertiente: refugiados por violencia

OPINIÓN

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Martha Anaya / Alhajero / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Este 2021 tenemos los flujos migratorios más altos de todos los tiempos. Y no sólo se trata de migrantes centroamericanos o sudamericanos; hablamos de mexicanos.

Tonatiuh Guillén, especialista en temas de migración, advierte que esa “pausa” que hicimos entre 2008 y 2020 –de enviar grandes flujos de trabajadores mexicanos a Estados Unidos hasta reducirla prácticamente a tasa cero– se rompió ahora con los efectos de la crisis económica, la recesión, la pérdida de empleos o la reducción de ingresos que tuvimos, sobre todo, en los últimos dos años.

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“Y ahí vamos de nuevo al norte...”, advierte. Las cifras son espeluznantes: en octubre pasado, por ejemplo, de los 160-170 mil “encuentros” registrados tan sólo en ese mes por la autoridad migratoria de EU, aproximadamente 60 por ciento son mexicanos.

Ese flujo tiene además un componente nuevo: ya sumamos una vertiente de refugiados, gente que ha sido desplazada de sus comunidades –como vemos prácticamente todos los días–, de Michoacán, de algunas áreas de Guerrero, también hay de Zacatecas, de Guanajuato; personas desplazándose desde Oaxaca y Chiapas. “Desplazados por la franca y cruda violencia; por ausencia de autoridades, de ausencia de Estado en términos de instituciones capaces de garantizar la supervivencia en términos normales. Y la gente huye”, señala el exdirector del Colegio de la Frontera Norte.

El gran cambio de estos años –refiere el doctor Guillén– es justo que ya no es solamente la migración laboral y económica; tenemos algo parecido a lo que sucede en países como Honduras, en donde hay una violencia e inseguridad que obliga a las personas a buscar alternativas de vida en otros países. Esa sería la gran novedad de la coyuntura y es grave”.

En opinión del excomisionado del Instituto Nacional de Migración, vivimos una “tensión” entre nuestras leyes de migración y de refugio, y nuestro marco constitucional, frente al aparato militar (sea la Guardia Nacional o el Ejército).

“Estamos en un punto donde no habíamos estado nunca, que es el de la necesidad de poner a un Ejército como parte del control migratorio. ¡Nunca había ocurrido en México!, pero ya lo estamos normalizando –el Ejército ahora está en muchísimas más funciones, lo cual tampoco es la salida ideal para mí”.

Para el profesor e investigador Tonatiuh Guillén, en estos últimos dos o tres años lo que quedó claro es “el peso de EU en nuestra política migratoria y el peso de un gobierno tan xenófobo y racista como el de Donald Trump, que además se la pasó insultando a los mexicanos de manera completamente inaceptable.

Ahora, con (Joe) Biden –considera–, es la oportunidad para dar pasos atrás y rehacer el camino.

El problema son las políticas migratorias, subraya, y éstas están construidas no por razones estrictamente económicas, sino –como en el caso de Trump– por razones ideológicas, racistas y xenófobas.

“Reconstruir el camino es un evento político, es un evento de construcción de voluntades y ojalá se aproveche la coyuntura para regresar unos pasos o muchos pasos, y volver a los principios que están en la Constitución, en la ley de migración y en las leyes de refugio”.

¿Utopía? “¡No!”, alega el especialista, porque se tienen que complementar con iniciativas de desarrollo, de mercado laboral y con la construcción de regiones de desarrollo alternativas.

Y se puede hacer, es mucho más barato que lo que estamos haciendo ahora.

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GEMAS: Obsequio del senador Ricardo Monreal: “México ha sido históricamente un país de refugio y de trato humanitario para las personas migrantes. Pero tengamos cuidado para que su capacidad de aceptación no sea superada y ello detone en conflictos internos, violaciones a derechos humanos y surgimiento de discriminación y xenofobia”.

POR MARTHA ANAYA
MARTHAMERCEDESA@GMAIL.COM
@MARTHAANAYA

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