COLUMNA INVITADA

Las letras de la recuperación

Estas personas suelen trabajar desde el mercado informal, no gozan de acceso al sistema financiero y, estadísticamente, cuentan con niveles de ahorro muy bajos

OPINIÓN

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Zeev Cukiert / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los economistas tenemos la costumbre de utilizar letras para describir trayectorias del ciclo económico. Por ejemplo, se habla de una recuperación en forma de “U” cuando es muy abrupta, y en “V” cuando es gradual. Las letras “W”, “J” y “L” también han sido comúnmente utilizadas desde la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, la letra “K” es relativamente nueva y la experiencia de algunos países frente a la recuperación de la pandemia da sustento para su uso.

La recuperación en forma de “K” sucede en economías segmentadas, donde las diferencias existentes entre dos grupos de personas se intensifican por el cierre de actividades. Por un lado, hay personas con empleos adaptables de forma remota, que continuaron trabajando con la misma (o mayor) intensidad desde casa, generaron ingresos y, al no poder salir, el ingreso se tradujo casi íntegramente a ahorro. Estas personas típicamente cuentan con empleo formal y acceso al sistema financiero, haciendo que el saldo ahorrado pueda invertirse con facilidad. Por otro lado, hay quienes cuyo trabajo no es replicable desde casa y la contingencia implicó trabajar con menor intensidad y generar menores ingresos. Buenos ejemplos son personas empleadas en servicios, como restaurantes, bares, cines, eventos, hoteles y salones, donde el ingreso depende sustancialmente de gratificaciones, o trabajadores de industrias o manufacturas consideradas inicialmente como no esenciales, tal como albañiles o maquilas. Estas personas suelen trabajar desde el mercado informal, no gozan de acceso al sistema financiero, y estadísticamente cuentan con niveles de ahorro muy bajos.

La divergencia entre estos grupos se aumenta aún más por el entorno inflacionario. La pandemia creó cuellos de botella en las cadenas de producción. A través de la escasez de algunos insumos, y la falta de sustitutos provisionales, se reduce la cantidad de bienes que son ofrecidos, presionando su precio al alza. Durante la última quincena, el Banco de México presentó una inflación anualizada de 7.05 por ciento. Esto significa que el grupo de personas que cuenta con acceso a la banca puede invertir sus ahorros y mitigar el efecto inflacionario, manteniendo un nivel de vida similar al que llevaban previo a la pandemia. En cambio, las personas sin acceso a la banca no pueden protegerse del aumento en los costos y deben enfrentarse a mayores precios después de un año de generar menores ingresos.

La recuperación en forma de “K” no es exclusiva a México, pero sí lo es la ausencia de políticas públicas focalizadas a resolver sus consecuencias. No se han implementado programas de apoyo económico en tiempos donde son ampliamente justificados. Conforme a la historia económica del país, cualquier estrategia debería partir en dos puntos: Primero, asegurar que el Banxico continúe con un mandato exclusivo de proteger la estabilidad en precios. Eso incluye nominar personas capacitadas para dirigirlo. Segundo, agilizar la contratación e inclusión de personas al empleo formal. Respaldar líneas de crédito a empresas privadas para cubrir por algunos años el costo de nuevas nóminas es buena estrategia. Las personas formalizadas tendrán acceso al sistema financiero, y el gobierno aumenta el número de contribuyentes.

La pandemia trajo tiempos de grandes disrupciones y ningún país quedó exento de sus efectos. El más preocupante de estos es la desigualdad. Reducir el eco que la recuperación en “K” tiene sobre la economía del país es el reto más urgente del próximo año.

POR ZEEV CUKIERT

ECONOMISTA

@ZEEVCUKIERT

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