DESDE AFUERA

Un ejercicio en futilidad

Desde entonces, han salido a la luz intentos del propio expresidente por usar al Departamento de Justicia para tratar de cancelar una elección que calificó antes, durante y después, como fraudulenta

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

El juicio de impugnación que se le hará a Donald Trump a partir del 8 de febrero en el Senado estadounidense parece condenado de antemano a ser un ejercicio de futilidad y una nueva expresión de la división y polarización política de ese país.

El juicio planteado por la Cámara baja se refiere a la presunta participación de Trump en incitar a una multitud de sus partidarios para lanzarse contra el edificio del Capitolio, el 6 de enero, como parte de sus intentos por revertir el resultado de las elecciones del 3 de noviembre.

Desde entonces, han salido a la luz intentos del propio expresidente por usar al Departamento de Justicia para tratar de cancelar una elección que calificó antes, durante y después, como fraudulenta. Pero para Trump, al menos su historial como empresario, es ilegal y fraude todo aquello que no haga él.

Más allá de eso, el rechazo de los republicanos a lo que consideran un juicio fuera de lugar no ha variado. Parte por lógica política, de que un juicio de impugnación a un Presidente que ya dejó de serlo no es sino un ejercicio de futilidad. 

Pero parte también porque no les conviene. Los republicanos se encuentran en una lucha por el control del partido, de poder entre tradicionalistas y trumpistas, y si a los primeros les interesa deshacerse de la sombra del exmandatario –con sus implicaciones de nacionalismo racista y autoritarismo– lo cierto es que los segundos son hoy por hoy el ala dominante: una mayoría votará por exonerar a Trump. 

En esas condiciones, los tradicionalistas no pueden exponerse a una confrontación y los pocos que se han manifestado arriesgan prácticamente su carrera política.

Sin embargo, algunos consideran que los republicanos ya no pueden ser el partido del "no" automático, y menos tras los llamados a la unidad hechos por el demócrata Joe Biden durante su toma de posesión.

Por su parte, los demócratas están obligados también a presionar el caso. Sus propias bases lo desean y de hecho está en su interés político poner sobre la mesa las acusaciones contra el exmandatario, tanto para subrayar sus pecados político-legales como para buscar un castigo que aunque simbólico, haga de Trump un apestado.

No obstante, Trump ya es rechazado por la mayoría de los estadounidenses, aunque lo cierto es que también hay un sector que lo considera como su adalid, sin importar los defectos que se le atribuyan. O los pecados y delitos que se le puedan comprobar.

Más allá del juicio en sí mismo, lo que estará a la vista es la división de Estados Unidos, una tan profunda que es intranquilizante para ese país y para el resto del mundo, y tan amplia que será difícil de cerrar a menos que Biden logre encontrar una causa que pueda unificarlos alrededor de una causa común.

Por lo pronto, no parece que ni unos ni otros estén interesados en encontrar un punto medio. Y eso no ayuda a Biden, ni a Estados Unidos.

 

POR JOSÉ CARREÑO
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1 

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