Los astrofísicos se han preguntado constantemente si hay alguna manera "artificial" de replicar el arma más destructiva de todo el universo y si una civilización alienígena podría usarla en nuestra contra. El especialista de Harvard, Avi Loeb, finalmente habló del poder destructivo de los agujeros negros y lo extremadamente difícil que sería general uno. Porque así como mantienen el equilibrio de la vida en nuestro cosmos, tienen el poder de acabar con toda la existencia misma. Debemos de recordar que estos devoradores invisibles son la fuente definitiva de energía limpia, pues pueden convertir una fracción sustancial de la masa en reposo de cualquier basura que se arroje en ellos, en energía pura. Es decir, no importa lo que le lancemos a su centro... siempre transformará la materia.
Supera por mucho a los reactores nucleares
Una vez que la masa está dentro del agujero negro —y con una eficiencia impecable— las órdenes de magnitud que supera a la de los reactores nucleares nos brinda un chorro —literalmente— de energía. Debemos dar las gracias a la conjetura del aro por impedir que las civilizaciones avanzadas conviertan a estos devoradores invisibles en armas, pues liberarían el mismo infierno en la orbe. De hecho, en un paralelismo con las políticas terrestres sobre la energía nuclear sugiere que, durante los últimos miles de millones de años, las civilizaciones tecnológicas extraterrestres pudieran haber deseado aprovechar los hoyos cósmicos tanto para la producción de energía —con fines pacíficos— como para programas de armamento militar. Afortunadamente para los partidarios de la paz interestelar, existe un gran obstáculo práctico para fabricar agujeros negros con tecnología.
No cualquiera puede replicar esta letal arma cósmica
Existe la "conjetura de aro" formulada por el físico teórico estadounidense, Kip Thorne. En 1972 se dispuso a comprender a este fenómeno estelar, donde según un objeto en implosión de masa M—lo que le pasó al cantarito de cinco mil pesos, una explosión interna que rompe las paredes—, forma un agujero negro cuando (y sólo cuando) un aro circular con el radio de Schwarzschild —medida para dimensionar a un devorador invisible conocida como: 2GM/c²— rodea a este objeto en todas las orientaciones. Esto implicaría que la materia estaría encerrada dentro de la esfera Schwarzschild y es la conjetura más coherente que tenemos hasta ahora gracias a las simulaciones informáticas. En términos claros, tendríamos que transformar el propio espacio y tiempo, rodearlo con una fuerza abismal y esperar a que la materia detone al temido agujero negro.
El físico Karl Schwarzschild fue el primero en deducir la solución del agujero negro a las ecuaciones de la Relatividad General de Albert Einstein en 1916. Lo hizo a través de un horizonte de sucesos situado en ese radio. La esfera de Schwarzschild representa los muros de la prisión definitiva de la que ni siquiera la luz puede escapar —pero la radiación sí—. Esto hace que el interior parezca negro para un observador externo. Para la masa del Sol, el radio de Schwarzschild es de tres kilómetros.
¿Qué se necesita para crear esta arma letal?
La materia o la radiación deben de comprimirse hasta alcanzar una densidad de masa mínima. Imaginemos reducir un papel a una parte infinita de veces. Esto será equivalente a la masa del agujero negro y dividida por el volumen de su esfera de Schwarzschild. Esta densidad es diez veces superior a la densidad de un núcleo atómico, equivalente a la masa de nuestro Sol pero a un tamaño de solo tres kilómetros. Con nuestros dispositivos tecnológicos actuales, es imposible comprimir grandes cantidades de materia o radiación hasta esta densidad. Simplemente la humanidad quedaría descartada como la civilización que podría manejar esta arma estelar.
Por ello es que estamos tranquilos de que habrá mucha paz interestelar por un buen rato, pues lo devoradores invisibles no se pueden usar en contra de terceros. Se requiere una enorme cantidad de masa, superior a unas cuantas veces más la de nuestro Sol y procesarla por medios tecnológicos es un inabarcable proyecto de ingeniería. De hecho, los colisionadores de partículas alcanzan densidades de energía superiores a la de un núcleo atómico pero solo para una muy pequeña cantidad de masa. Lo que está sumamente alejada de la intención de satisfacer la conjetura del aro. Bueno, aunque hay algo que podría generar pavor aún, una "receta" más practica como la de los libros de cocina.
La respuesta la tiene el universo primitivo y el Big Bang
Supongamos que queremos hacer un agujero negro vertiendo agua en una región suficientemente grande. ¿Qué tamaño debería tener la región para que se formara? El aro de Schwarzschild en ese caso es aproximadamente la órbita de Marte alrededor del Sol y el agujero negro resultante tendría la masa de cien millones de soles. En sí necesitaríamos que toda el agua existente tuviera la masa de la Vía Láctea. Pero no podemos crearlos con esa cantidad de líquido. Curiosamente, agujeros negros supermasivos de esta masa se formaron en el universo primitivo. De hecho un nuevo artículo recoge la emisión de rayos X de un agujero negro de esa masa a un corrimiento al rojo de 10,3 —formado tan sólo 500 millones de años después del Big Bang—.
Este novedoso descubrimiento implica que las semillas de los agujeros negros eran masivas durante los inicios del Universo.
En conclusión, no hay forma humana de crear agujeros negros
No tenemos la tecnología y puede que nadie más la tenga para crear esta arma letal y usarla a conciencia. Avi Loeb, escribió que en 1994 publicó un artículo junto con Fred Rasio en el que sugería que la formación temprana de agujeros negros masivos por el colapso de las estrellas supermasivas, probablemente se formaron a partir del gas de hidrógeno y helio primigenio que produjo la fase caliente y densa posterior al Big Bang. Finalmente pudo comprobar su teoría en el 2003, a través de un artículo con Volker Bromm, en el que demostraban que las nubes de gas hechas de millones de masas solares podrían haber colapsado directamente para formar a estos devoradores invisibles.
Sin embargo, estos objetos estelares siguen siendo todo un enigma para la humanidad y la naturaleza de su fabricación van de entre unas pocas a decenas de miles de millones de masas solares que aún salen de nuestra comprensión. El especialista de Harvard, Avi Loeb finalizó su texto con un emotiva frase:
Debemos dar las gracias a la conjetura del aro por impedir que las civilizaciones avanzadas conviertan los agujeros negros en armas. Brindemos por la paz interestelar.