En un centro comercial de la alcaldía Azcapotzalco, en la Ciudad de México (CDMX), más de un centenar de patos se han adueñado de esta plaza, pero cuál es la historia que aborda este lugar y por qué hay patos; aquí te contamos todo.
¿Patos en centro comercial?
Dentro del centro comercial “Town Center El Rosario” se encuentran dos estanques de agua donde los patos que habitan este lugar se bañan y comen, estos animalitos siempre están paseando por el centro comercial, principalmente por los kioscos que llevan hacia los primeros locales de la plaza.
Cerca de los estantes hay señalamientos, donde indican los dueños del centro comercial que los patos tienen suficiente comida; pese a estas indicaciones los visitantes de la plaza les dan de comer.
Visitantes del centro comercial indican que se han percatado que los patos se ven descuidados, y que incluso se han ido reproduciendo con el tiempo, pues hasta ahora hay más de un centenar de estos animalitos.
Los patos se han acostumbrado a que los visitantes les den de comer que incluso cuando las personas se acercan a los kioscos de comida a comprar, estos animalitos van de tras de ellos como si les pidieran que los alimentaran.
De Hacienda a Centro comercial
La ubicación de este centro comercial, era una hacienda en el siglo XVII, ya en plena época Colonial, se construyó la finca, que en un inicio se llamó Hacienda San Nicolás Careaga y se volvió una importante zona comercial de la CDMX.
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En el año 1899, fue comprada y se le cambió el nombre a El Rosario. En 1923, en parte del terreno se construyó la famosa lechería El Rosario, que funcionó hasta principios de la década de 1980.
En la actualidad, la Ex Hacienda El Rosario está convertida en el Centro Comercial Town Center El Rosario. Este proyecto nació con la idea de preservar y rescatar algunas estructuras antiguas; por ello, se combinan las arquitecturas barroca y moderna.
Este proceso se llevó a cabo con la asesoría y supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para poder combinar el estilo vanguardista con la historia.
Por: Diana García Pérez