“Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos”: Papa Francisco
Jorge Mario Bergoglio, el máximo exponente de la iglesia católica, ha sido un luchador incansable por las causas de los que menos tienen, un reformador de la iglesia a la que representa y una persona que ha roto los esquemas establecidos a los que se ha enfrentado. El Papa Francisco -nombre inédito para un Sumo Pontífice-, es el primer papa jesuita, latinoamericano, por supuesto el único argentino (además es un ferviente “hincha” de San Lorenzo) y desde su intempestivo ingreso al seminario, ha sido un sacerdote que se incomoda con el estado actual del catolicismo, cuestión que, de igual manera, incomoda a propios y extraños dentro de la iglesia.
Fue en 2013, después de la dimisión de Benedicto XVI, primer papa en renunciar al cargo en 600 años, que el arzobispo de Buenos Aires tomó el cargo en medio del humo blanco y, sobre todo, de muchas tensiones dentro del Vaticano y de toda la iglesia católica romana en todo el planeta. El día de ayer, Bergoglio cumplió 12 años como Sumo Pontífice y lo tuvo que hacer desde el Hospital Gemelli, pues desde el 14 de febrero ha estado internado por una compleja infección pulmonar y que hasta la fecha presenta vaivenes en su salud.
Desde aquel momento, la iglesia católica sabía que habría cambios. Después de Benedicto XVI, un hombre serio, con cara rígida y aún más su actuar, arribó Francisco con su carisma, su pertenencia ideológica (adepto a la teología de la liberación) y su trato afable y humilde no solo de dientes para afuera, comenzó con discursos -irreverentes para la ortodoxia católica-, pero que conectaron con aquellos feligreses que estaban decepcionados de su iglesia y también de su religión. Llamó a grupos minoritarios de la comunidad gay a volverse a acercar a Dios, al catolicismo; señaló con vehemencia la pederastia enquistada en la iglesia y re colocó a las mujeres religiosas en algunos peldaños arriba, cosas que no habían pasado en toda la historia del catolicismo.
Como latinoamericano, Bergoglio sabe de desigualdades y de pobreza, entiende sus causas y habla de manera personal con las y los pobres. También como hijo de inmigrantes (italianos), Su Santidad ha sido empático con esta problemática alrededor del mundo, siempre del lado de las y los migrantes y a favor de políticas públicas que incentiven una mejor recepción de las personas que dejan todo atrás en busca de una vida mejor. Ha tratado de ir más allá del catolicismo, de atender las causas sociales desde el púlpito. Lo mismo se manifiesta en contra de la guerra, del neoliberalismo, del racismo y clasismo; ha sido el único pontífice en visitar la ciudad de Náyaf, considerada el centro histórico y espiritual del islam chií, para encontrarse con el ayatolá Ali Al Sistani, con todos los riesgos que conlleva.
Así, el Papa Francisco, no ha zanjado esfuerzo alguno por reformar la iglesia católica y por lograr la paz en el mundo. Su visión -del catolicismo y del mundo- llenan de esperanza a creyentes y agnósticos en unos tiempos que lo requieren más que siempre, donde el individualismo, la violencia y la efimeridad se extienden cada día. Literato, filósofo, teólogo, políglota y sobre todo un hombre social, Jorge Bergoglio, trasciende más allá de las paredes del Vaticano y de la misma iglesia católica. Esperamos que vuelva pronto.
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
PAL