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El burnout en los jóvenes, una realidad silenciosa: ¿Por qué nos estamos quemando tan jóvenes?

El Síndrome del burnout estudiantil es una afección psicosocial que se ha convertido en un problema creciente en nuestra población. Este problema no sólo afecta el rendimiento académico, sino que también llega a provocar agotamiento emocional y una despersonalización

El burnout en los jóvenes, una realidad silenciosa: ¿Por qué nos estamos quemando tan jóvenes?
El agotamiento no siempre es fácil de identificar, sus síntomas no son tan evidentes físicamente Foto: Pixabay

El Burnout, también conocido como Síndrome de Desgaste Profesional, Síndrome de Sobrecarga Emocional o Síndrome de Fatiga en el trabajo fue declarado, en el año 2000, por la OMS. Se caracteriza por un agotamiento mental, espiritual, emocional y físico que impacta la motivación y la capacidad para afrontar la vida cotidiana de las personas.  Sus principales detonantes en muchas ocasiones suelen ser por las altas cargas de trabajo, presión social, expectativas familiares y autoexigencia.

Estos factores, juntos o por separado, afectan invariablemente a los estudiantes en algún momento de su carrera profesional, generando un ambiente que llega a ser abrumador para muchos de ellos. Según la OMS, "la mitad de todos los trastornos de salud mental en la adultez comienzan antes de los 18 años, pero la mayoría no se detectan ni se tratan".

A menudo, las personas que padecen de esto no se dan cuenta de que lo están viviendo, pues en varias ocasiones no se llega a comprender. Operan en “modo automático” hasta que colapsan física o emocionalmente. En la actualidad con un clic, las comparaciones con influencers son fáciles, pues  aparentan lograr sus metas y sueños a una edad joven y de manera rápida. Llevando a creer que es lo “normal” alcanzar el éxito en menor tiempo y con menor esfuerzo.  Lo cual puede ser en unos casos, pero no significa que siempre sea así.

Este agotamiento no siempre es fácil de identificar, sus síntomas no son tan evidentes físicamente como los de una enfermedad común. Sin embargo, quienes lo padecen muestran cambios en su comportamiento, y en la mayoría de los casos, es el “círculo cercano” quien primero nota estás señales de alerta.

Aunque algunos podrían argumentar que la solución está en la prevención desde la preparatoria, reduciendo la carga académica o flexibilizando los criterios de evaluación, ya que el problema es más complejo que eso. Parte de la responsabilidad recae también en los estudiantes, quienes a menudo se imponen expectativas poco realistas de alto rendimiento académico. Este nivel de autoexigencia puede traer beneficios académicos y laborales a largo plazo, pero a un alto costo con relación a la salud mental, espiritual  y emocional, lo cual no es sostenible.  

En muchos casos el verdadero origen del burnout surge por una mala gestión del tiempo, por procrastinación y una incapacidad para organizarse de manera adecuada y eficiente, llegando a generar estrés y ansiedad. Cabe aclarar que no toda la responsabilidad recae sobre el estudiante, pues evidentemente existen factores externos como la falta de apoyo familiar, un círculo social inadecuado, las exigencias laborales o prácticas profesionales, que agravan la situación. 

Hay que destacar que, aunque no se pueden controlar todos los factores externos, si pueden tomar medidas para prevenirlo como estudiantes. La escuela es un pilar fundamental e importante para el futuro, pero no debe ser el único enfoque en la vida. La clave está en aprender a planificar, gestionar el tiempo de manera efectiva y priorizar acorde a la etapa de estudio que se cursa. Esto ayuda al estudiante a no perder de vista lo valioso en la vida, lo cual no es una calificación excelente, sino comprender qué se realiza más allá de un papel y pluma.  Hace tiempo una doctora mencionó: “quién sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe”.

Es fundamental enfocar y buscar apoyo con familiares, amigos, consejeros o psicólogos que puedan proporcionar un espacio seguro para expresar emociones y pensamientos. Asimismo, se debe incorporar actividades recreativas, hobbies, deportes, ejercicios que nos relajan y ayudan a mantener un estilo de vida equilibrado, tanto física, espiritual y mentalmente. Algo invaluable es aprender a decir “no”, evitar la sobrecarga en nuestra agenda con tareas en ocasiones dejadas a último momento o mal planificadas.

Por último, reconocer este problema es el primer paso para generar un cambio social y desarrollar estrategias para promover equilibrio saludable entre el  estudio, trabajo, prácticas profesionales y la vida personal que forma parte de cada uno de los estudiantes.

Vale la pena plantearnos la siguiente pregunta: 

¿Es nuestra vida estudiantil un camino centrado únicamente en resultados, o logramos encontrar un camino de balance que permita disfrutar del proceso y crecer más allá de lo académico?

Por Mariana González Alfaro

Alumna de la Licenciatura en Enfermería

Universidad Panamericana

Redes sociales: @mariana.glez_

 

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