La estrategia avasalladora de Donald Trump claramente se fundamenta en el uso de la fuerza bruta como un poder intimidatorio; esto se demuestra palmariamente en la actitud que ha asumido frente a las dos guerras más importantes que hoy sufre la humanidad.
En efecto, la solución que propone para el conflicto Árabe-Israelí es francamente demencial, pues supone la limpieza étnica de todos los palestinos —más de 2 millones que viven en Gaza— y su apoyo a la línea más derechista del gobierno israelí encabezada por Benjamín Netanyahu.
Por otra parte, en el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania, también su apoyo se manifiesta a la parte más dura que representa Vladimir Putin y su gobierno, de hecho, su proposición de paz constituye una derrota para Ucrania, puesto que veta la participación de este país en la OTAN y acepta la ocupación territorial del Dombás, cercenando ese territorio a los ucranianos.
El trato con México es igual, su amenaza bélica de Donald Trump y sus funcionarios es manifiesta, y lo observamos en la acción de espionaje que realizan las fuerzas armadas de los Estados Unidos en operaciones por tierra, aire y mar que siempre han realizado, pero que hoy lo hacen evidente como una forma de presionar las relaciones México-Norteamericanas. A esto habrá que agregar el bautizo que quiso darle al Golfo de México, convirtiéndolo en el Golfo de América, capricho que, al no ser reconocido por la Associated Press, originó la expulsión de sus reporteros en las conferencias de prensa de la Casa Blanca.
Sin embargo, lo más grave y amenazante es la frase que implica que el gobierno mexicano mantiene una “alianza intolerable” con el crimen organizado.
El tema de la producción de drogas en México a gran escala siempre ha estado vinculado, no sólo al consumo de EU, sino a sus necesidades tácticas, no olvidemos que en la Segunda Guerra Mundial la producción de mariguana fue propiciada por el propio gobierno mexicano, a petición de Estados Unidos, para cubrir la demanda de esas drogas a los soldados que combatían en esta conflagración.
Las drogas siempre han estado sujetas a las leyes del mercado que se regulan por la oferta y la demanda, no obstante, el tema es mucho más amplio, se trata de la macro-criminalidad como lo estudió y combatió el fiscal Falcone en Sicilia.
El combate tiene que transitar por procesar a quienes han construido este fenómeno del crimen organizado que tiene, cuando menos, tres dimensiones: la de los criminales mismos, sicarios y traficantes; la de los lavadores del dinero, empresarios y banqueros, y la de quienes les otorgan impunidad y protección que son los políticos de distintos niveles.
No hay duda que será insuficiente, a juicio de Trump, sólo combatir al primer escalón de esta cadena criminal, por ello es probable que pronto rueden cabezas de políticos a los que, los expedientes — que seguramente tiene el Departamento de Justicia y las agencias de inteligencia de EU— prueben su complicidad en estos temas. Si esto sucede — como es previsible—, generará cambios en las estrategias políticas del gobierno mexicano.
Por eso, la posición de México debe ser como hasta hoy, inteligente, cuidadosa y patriótica.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ