El pasado 3 de diciembre, el presidente surcoreano decretó la ley marcial, una medida activada por primera vez en 45 años que causó una fuerte oposición interna. Poco después, Yoon Suk-yeol fue destituido del cargo por el Parlamento y detenido por declarar la ley.
Lo ocurrido cimbró las bases de una de las democracias más sólidas de Asia, cuya economía descansa en su progreso tecnológico. No obstante esos logros, la dinámica social y poblacional de millones de surcoreanas dista mucho de ser modelo.
La tasa de natalidad se encuentra en un 0.8% como consecuencia de una extendida indignación de las mujeres convertida en huelga denominada de natalidad o matrimonial. El surgimiento de fenómenos sociales que cuestionan la desigualdad de género, el sexismo estructural y la violencia patriarcal han concitado el apoyo masivo de surcoreanas que se identifican con una lucha reivindicativa de sus causas y derechos.
En 2016 nació el movimiento 4B en rechazo al trabajo reproductivo protagonizado por mujeres jóvenes; hace referencia a “cuatro noes”: no al matrimonio, no a la maternidad, no a citas con hombres y no a relaciones sexuales. Además de movimiento social, es visto como una estrategia de supervivencia personal para ellas.
Casarse y tener hijos se ha convertido en un privilegio en ese país. El costo excesivo de la vida, trabajos inestables con horarios excesivos, los precios de la vivienda, la brecha salarial de género, el acoso y la violencia sexual, han terminado por alimentar una indignación colectiva convertida en rechazo a ser objetos sexuales y objetos reproductivos.
Como resultado de todo ello, la tasa de natalidad ha caído en picada por décimo año consecutivo; las mujeres en edad reproductiva tienen menos hijos que cualquier otro país. El defenestrado presidente conservador Suk-yeol llegó a afirmar que el feminismo tenía la culpa de impedir las “relaciones sanas” entre las mujeres y los hombres sin cuestionar la violencia estructural hacia ellas.
Las mujeres se han cansado de los roles tradicionales que la sociedad les impone; la huelga de natalidad puede interpretarse como un boicot hacia la cultura patriarcal. Un entorno de igualdad, reconocimiento a sus reivindicaciones y cambio cultural puede ayudar a revertir el descenso de las tasas de natalidad; además sería un ejemplo para cerrar las brechas y los cambios por la igualdad que tantas mujeres en el mundo deseamos.
POR MTRA. CLAUDIA CORICHI
PRESIDENTA NACIONAL DE LA COLECTIVA 50MÁS1
@CLAUCORICHI
PAL