El estudio científico Mortality Disparities in American Communities Study (MDAC) arroja luz sobre el perfil de quienes mueren a causa de estos opioides entre 2008 y 2015. Este artículo desmonta ciertos mitos sobre la crisis.
Un problema de blancos. Si bien la narrativa ha sugerido que la crisis de opioides es transversal, las cifras revelan que afecta de manera desproporcionada a la población blanca no hispana, que representa el 80.7% de las muertes por sobredosis. En comparación, los afroamericanos no hispanos suman el 8.2%, los hispanos el 7.3%, y otros grupos minoritarios, como los indígenas y los asiáticos, apenas alcanzan el 1% cada uno.
No hay una diferencia de género. El 51% de los que murieron en ese período fueron mujeres, lo que demuestra que mata en la misma proporción de la población a mujeres que a hombres. Esto no indica que sea un problema de género, probablemente muchas de las mujeres que murieron no tenían la posibilidad de recibir un tratamiento.
Pobreza y falta de oportunidades: el cóctel letal. El estudio también confirma lo que muchas organizaciones de salud pública han señalado: el fentanilo afecta principalmente a quienes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad socioeconómica.
Las personas sin seguro médico representan el 29.1% de las muertes, mientras que aquellos con discapacidad alcanzan el 36.1%. Además, casi la mitad de las víctimas fatales, 47.1%, no formaban parte de la fuerza laboral, es decir tenían alguna discapacidad o no podía trabajar por diversas razones y dejaron de buscar empleo. El 80% estaban en esta condición cuando murieron.
El nivel educativo y su impacto en la crisis. Los datos también muestran una correlación clara entre el nivel educativo y la vulnerabilidad social. Las personas que murieron y no llegaron a tener estudios de secundaria representó el 28%, con menos de preparatoria el 35% y con algún estudio superior el 21%. Quienes tenían título universitario o de posgrado representó solo el 16%.
Más que una crisis de salud, una crisis social. El fentanilo no es solo un problema de drogas. Es un síntoma de desigualdad, pobreza y falta de acceso a oportunidades en EU. No es coincidencia que las víctimas sean, en su mayoría, personas blancas de clase trabajadora con bajos niveles educativos y condiciones económicas precarias.
Uso político de la crisis. Podemos inferir que el perfil del votante duro blanco-anglosajón republicano y el moderado conservador-demócrata es terriblemente sensible a este problema. Si bien el discurso de Donald Trump ha enfatizado la urgencia de frenar el tráfico, la solución real pasa por políticas que aborden las raíces del problema: educación, oportunidades laborales y de salud. Sin estos cambios estructurales, la crisis seguirá cobrando vidas, a pesar de los decomisos fronterizos.
La presidenta Claudia Sheinbaum señaló de manera puntual que los opioides fueron recetados de manera masiva sin control. Esto sucedió en comunidades blancas de clase trabajadora. En contraste, las comunidades negras y latinas, que han sido criminalizadas por su consumo de drogas, enfrentaron mayores restricciones en el acceso a estos medicamentos.
Agenda estratégica: El artículo se puede consultar en https://tinyurl.com/5ha26eap
POR GERARDO RODRÍGUEZ
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