Columna invitada

Al Merino

Por los años ochenta inició un programa piloto para administradores del sistema de educación de nuestro país

Al Merino
Antonio Meza Estrada / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

El doctor Merino fue un apasionado por la educación. Salió de su localidad en un pequeño pueblo de Nuevo México a buscar horizontes para ser y desempeñarse como profesor. Estuvo en la Navy y le correspondió servir en los años de la guerra de Corea y estuvo en una base norteamericana en Japón. Allí quedó encantado de la formalidad de los profesores y padres de familia en su trabajo por la educación elemental. Le impresionó la cercanía de los padres en las escuelas y su involucramiento en torno a los asuntos escolares. 

Finalmente, Merino se estableció en San Diego y fue ascendiendo hasta alcanzar el postgrado en educación en la Universidad Estatal de esa ciudad. Sentía una admiración por México y le gustaba conocer la herencia de los pueblos originarios. Cada vacación, con su familia visitaba sitios emblemáticos del país. 

Allá por los años ochenta inició un programa piloto para que administradores del sistema de educación de nuestro país, pudieran hacer la maestría en esa Universidad, es decir, profesionalizarse en su desempeño.  

Allí me tocó conocerlo. Fui el enlace para la ejecución del proyecto y formé parte del primer grupo de alumnos. 

Merino iba y venía entre los dos campuses de San Diego State: en El Cajón y en Valle Imperial. Cuidaba sobremanera la calidad de los docentes del programa que él había creado como señal de buena voluntad entre los dos sistemas educativos vecinos: California y la Baja California. 

Alfredo Merino hablaba un español no dijéramos pocho, sino al estilo “manito”, es decir, la lengua heredada de la primera colonización española a fines del siglo dieciocho en Nuevo México. Era “arriar”, por manejar; “coche” por automóvil y otras más 

A los años y a unos días de iniciar un intercambio escolar parecido entre Texas y Baja California, lo recuerdo con afecto, justo cuando otros viven de sembrar el encono y propiciar los enfrentamientos entre pueblos unidos por la historia y por la geografía.

POR ANTONIO MEZA ESTRADA

COLABORADOR

YERBANIS33@GMAIL.COM

MAAZ

 

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