Sinestesia

A.A – Amor artificial

Más que una crítica a la tecnología, la cinta Her es una exploración al interior de la soledad y la vulnerabilidad

A.A – Amor artificial
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Hace 12 años, el director estadounidense Spike Jonze sorprendió a todo el mundo con el estreno de Her, la historia de un escritor que se enamora de un sistema operativo potenciado con inteligencia artificial. Aunque en su momento la premisa generó escepticismo, el futuro que profesaba la película, ambientada en 2025, parece alejarse cada vez más de la ficción para convertirse lentamente en realidad. Sin embargo, si la advertencia de esta distopía tecnológica no sirvió para evitarla, ¿qué podemos aprender de ella a la luz de su realización? 

En primer lugar, la película pone en evidencia que la lógica de servidumbre presente en una relación de índole artificial no deja espacio para interacciones imperfectas. En cierto sentido, a Jonze no le interesa profundizar o especular sobre nuestra disposición y/o capacidad de relacionarnos con tecnología inteligente, sino indagar en nuestra actitud frente a la imperfección que define, inevitablemente, tanto al amor como al humano mismo. 

Más que una crítica a la tecnología, Her es una exploración honesta al interior de nuestra soledad y nuestra vulnerabilidad. El protagonista no es una víctima ingenua, sino alguien que ha aprendido a utilizar la tecnología como un anestésico contra su dolor y un escudo frente a la imprevisibilidad de las interacciones humanas. Quizá, quiénes se enamoran artificialmente viven bajo la ilusión de que la inteligencia, disponibilidad, servidumbre y perfección de esas máquinas terminen por borrar de la ecuación todo el sufrimiento, el desamor y el dolor que conlleva relacionarse afectivamente con un humano de carne y hueso, errante e imperfecto.  

Ahora bien, ¿qué futuro le depara al amor a raíz de todo esto? Y, más específicamente, ¿qué sería del amor sin la imperfección? Al contrario de lo que se suele creer, el amor no nos ciega de los defectos del otro, sino que nos enseña a apreciarlos y amar a esa persona a pesar de ellos. 

Desafortunadamente, rever esta película en sincronía con su pronóstico no me ha hecho temer del potencial de la tecnología ni de nuestra predisposición por conectar con ella, sino, más bien, temer por el futuro del amor.

POR TOMÁS LUJAMBIO

COLABORADOR

@TLUJAMBIOT

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