No hay lugar a dudas, cada que está por terminar un sexenio, ya sea con las y los gobernadores, pero sobre todo en el ámbito presidencial, es muy común el tiempo de las simulaciones. Las personas que rodean al poderoso saben que esa ostentación de poder está por terminar y se alinean con la siguiente persona en poseer el poder, los recursos o, en pocas palabras, el bastón de mando.
Habitualmente sucede que para unas semanas después de los comicios presidenciales esta separación se comienza a sentir, y se da el famoso “muera el rey, viva el rey”, o en este caso, viva la reina.
Solo para dimensionar, en una semana López Obrador ya no estará ocupando la silla del águila, ya no habrá más mañaneras (dictadas por él), ya no será más el mandatario de nuestro país. Y sin embargo, hoy se le sigue percibiendo con el mismo poder que desde el 1 de julio de 2018 ostenta, la pérdida de poder al finalizar su presidencia no se ha presentado aún. El fundador, líder y dueño de Morena supo alinear a su partido, a sus colaboradores en la función pública, a su sucesora y a sus fieles seguidores en una armonía sin precedentes (al menos en este siglo, porque Calles también lo hizo muy bien).
Esta realidad que hoy enfrenta Claudia Sheinbaum debería de preocuparle, pues si no quiere que aquel dicho popular callista, precisamente, que rezaba “aquí vive el presidente, pero se gobierna enfrente” puede arrasar con su incipiente gobierno. Su antecesor no se irá a su rancho y ella tendrá que asumir todos estos atributos para que su gobierno sea llevado a cabo desde Palacio Nacional y a través de su propia voz. Aunque no podemos dejar de lado que el próximo martes Sheinbaum será más alta, más fuerte y tendrá más de los atributos que brinda el poder.
Para Sheinbaum la labor urgente e importante desde el primer momento del martes será lograr aglutinar a sus allegados, líderes locales y regionales dentro de Morena e ir, poco a poco, dejando en claro que ella es quien gobierna y lidera el movimiento, empero deberá hacerlo sin mencionarlo, es decir, en ningún momento podrá hablar mal de su antecesor ni de su gobierno, aún que le hayan dejado la administración pública pendiendo de un hilo.
Posteriormente deberá analizar de manera profunda la “herencia” de todos los problemas en el país, situación nada sencilla.
Así, los primeros momentos de la primer presidenta de México no serán nada fáciles, estará remando en un remolino, al interior y al exterior de Palacio Nacional. Sin embargo, la Dra. Claudia Sheinbaum ya ha demostrado en el pasado que puede hacerse de un equipo fuerte, bien capacitado técnicamente y leal a ella y su proyecto como lo ha hecho en Tlalpan y en el gobierno de la Ciudad de México.
El primer mes de su mandato será crucial para amalgamar a sus colaboradores más cercanos, a su gabinete y a los “compromisos” que le dejaron en su gobierno. Al tiempo.
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
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MAAZ