El Doctor Patán tenía que haberlo entendido. Era evidente. En justo tributo a los logros de Marco Verde, el Quinto Presidente Más Popular del Mundo (QPMPDM) dijo en su mañanera, ese cajón de sastre del intelecto y la cultura en el que lo mismo se habla de los medios, que de los jueces esbirros del capital, del canto nuevo latinoamericano, las cumbres de la poesía o las tlayudas, que es aficionado al boxeo.
Aquí su doctor comparte con el QPMPDM, también, esa afición. Una más. Considero que todas las frases cliché sobre esa disciplina, la mejor, son perfectamente válidas –lo de “El deporte que todos los otros deportes quieren ser”, lo de llamarlo “The sweet science”, etcétera–, y, como nuestro líder, suelo o al menos solía practicarlo (hasta que llegaron los Juegos Olímpicos, que para el ciudadano promedio son una oportunidad única de meterse cantidades industriales de botana y cerveza a deshoras, y todo se arruinó).
No, el atleta keniano, hemos descubierto, no es solo un beisbolista consumado. Insisto: no entiendo cómo no lo vi. Este sexenio ha sido también un constante lanzar consejos paternales sobre las maneras ideales de cuidar nuestro cuerpo. Bueno, el presidente tiene toda la autoridad moral para hacerlo.
Trabajar todos los días de seis a nueve, con un cateterismo que resiste una sólida dieta de grasas y carbohidratos, con viajes continuos en rigurosa clase turista y con el estrés propio del cargo, es una proeza reservada, sí, a un prodigio de la naturaleza –su frase bandera podría ser la de Muhammad Ali: “Soy rápido, soy guapo, soy el mejor”–, pero que exige, asimismo, un acondicionamiento físico de navy seal.
¿Se lo imaginan? Carreras de ocho kilómetros para empezar el día, salto de cuerda, manoplas, tal vez un sparring con Noroña, mancuernas, abdomen, sauna para terminar…
Sobre todo, tendría que haberlo entendido antes porque el boxeo se vincula con toda naturalidad a esa madre nodriza teórica de la ética cuatroteísta que es el humanismo mexicano. Luego de hablar de los “conejos” de Marco Verde –para los menores de 70, “conejos” es el modo en que se hacía referencia a los bíceps en el siglo XX profundo–, el QPMPDM dijo que el boxeo le gustaba porque al tirarle puñetazos al costal le pasa como al batear la pelota de beisbol: le pone cara.
Ahí está el espíritu de la revolución de las conciencias. ¿Qué caras habrá tenido ese costal? ¿La de alguna feminista? ¿La de Xóchitl Gálvez? ¿Las de los padres de los niños con cáncer? ¿La de Zelensky? ¿Corina Machado?
En fin, que termina el sexenio y uno entiende que quien se retira es un campeón mundial, un Manos de Piedra del trópico fervoroso. Le queda, claro, una gran, última pelea: terminar con esa farsa burguesa de la división de poderes. ¡A noquear ministros y magistrados, presidente! ¡Duro con Norma Piña!
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
MAAZ