Solo un pronóstico se cumplió el domingo 2 de junio, el realizado desde el oficialismo que auguraba una victoria arrolladora por más de 20 puntos de ventaja, tenían razón, ganaron de forma contundente la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión. Los más escépticos sabíamos que Claudia Sheinbaum iba a ganar la contienda, pero también pensábamos que a morena y sus aliados se les complicarían las votaciones en las gubernaturas y en las cámaras federales; estábamos equivocados.
La pasada elección deja tremendas lecciones y desbarata muchos mitos, son enseñanzas que la mayoría parecen estar asumiendo, pero no es el caso de las dirigencias de los partidos opositores; siguen cometiendo los mismos errores que los llevaron a la derrota. Decidieron impugnar la elección alegando la posibilidad de un gran fraude electoral, la institución hasta la que hace muy poco defendían con su vida, hoy no les merece la más mínima confianza.
Aunque parecen estar reculando, no deja de sorprender su intento de emular los pasos de López Obrador de denunciar un fraude electoral sin las mínimas pruebas para hacerlo. La realidad hará que desistan de su intento, no son las mismas circunstancias ni los mismos personajes de aquella elección, además, están perdiendo rápidamente el apoyo de los comunicadores formales e informales que hasta hace muy poco los secundaban, corren el riesgo de quedar aislados.
La oposición no esta interpretando correctamente el presente, después del 2 junio muchos ciudadanos que los apoyaron ya no están dispuestos a seguir con la ruta de la confrontación, los ganadores parecen entenderlo, por eso están modificando su discurso para hacerlo más conciliador. La oposición está cometiendo graves yerros en su etapa de duelo, necesitan urgentemente reinventarse si su intención es conservar a sus votantes.
Los líderes políticos de la alianza no parecen estar dispuestos a realizar la menor autocrítica, la principal lección que les debió dejar los resultados electorales, es que fueron incapaces de construir una candidatura competitiva y mucho menos un discurso coherente que conquistara más voluntades. Es cierto, el gobierno usó de manera ilegal todos los medios a su alcance para influir en el proceso y alzarse con la victoria, pero solo pudo lograrlo porque cuenta con el apoyo popular de la mayoría.
El principal mito en el que la oposición basaba sus expectativas de triunfo también quedó completamente destruido; las clases medias no se volcaron en masa para votar por la alianza opositora. Si los datos son correctos, el nivel socioeconómico de los electores no fue el factor determinante en el triunfo de morena, votaron por Claudia Sheinbaum casi en la misma proporción, mexicanos de todos los sectores y de todos los niveles de ingresos económicos.
El gran aliento de la oposición debería de ser que las mismas estadísticas también operan a la inversa; por la alianza votaron millones de electores de las clases populares. Ahora sabemos que la disputa nunca fue entre ricos y pobres, sino entre dos opciones políticas representadas por candidatas totalmente opuestas, mientras que morena apostó por la formalidad, la alianza lo hizo por un personaje ocurrente y desparpajado, hoy queda claro que prefieren los mexicanos.
Hay que decirlo como es; Xóchitl Gálvez no fue la mejor opción como candidata y su bajo rendimiento electoral impactó en las demás elecciones, en lugar de ayudar a las candidaturas locales les restó puntos. La oposición cayó en una trampa bien orquestada desde palacio nacional, el presidente no solo eligió a la candidata de su partido sino también a su contrincante. Si los opositores no asumen sus errores con responsabilidad, su futuro luce incierto.
México merece una oposición responsable, altamente competitiva y que también represente un verdadero contrapeso al poder que hoy ostenta morena. La encomienda es difícil, pero se aprecia imposible con el nivel de sus dirigentes actuales; están negados en entender lo que pasó el 2 de junio.
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR
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