Malos modos

El Chocolate del Bienestar

No saben los lectores lo que pasó por esa mesa. Estaban unos panecitos de tienda “naturista” que eran como morder un puñado de aserrín empapado en piloncillo

El Chocolate del Bienestar
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

La compañera presidenta rindió tributo a el último logro de la Cuarta Transformación, los “Chocolates del Bienestar”, que tienen poquísima azúcar y mucha soberanía alimentaria, y al hacerlo trasladó al Doctor Patán a la infancia. Aquí su Doctor creció en un ambiente pre Tratado de Libre Comercio, muy “sustitución de importaciones”, es decir, muy 4T, pero adelantado, en el que sus padres, profesores de la UNAM, le apostaban a todos los (pocos) productos del estatismo mexicano para mantener bien nutridos sin caer en la bancarrota, porque lo importado era carísimo, a sus retoños, es decir, a su servidor y su hermana.

No saben los lectores lo que pasó por esa mesa. Estaban unos panecitos de tienda “naturista” que eran como morder un puñado de aserrín empapado en piloncillo. En algún momento, estuvo en la misma mesa “Pepepez”, la apuesta lópezportillista por el pescado, que era como la melamina de la tilapia, empanizada. No duró, ni en la mesa ni en el mercado.

Por culpa de una amiga hoy vegana de la hermana de su doctor, amiga a la que llamaremos Manuela “N”, llegó también a nuestras vidas una cosa terrible, que era –y espero que, por el bien de todos, Cofepris o a quien le toque haya hecho algo para acabar con eso– el “chorizo vegetariano”. Resultaba mucho más salado que el de puerco, un poco más barato, infinitamente más difícil de digerir y mucho más dañino con el ambiente. Normal. Estaba hecho de una cosa que va a destruir al mundo, que es la soya.

De hecho, si la infancia nutricional de su Doctor sirvió para algo fue para que cualquier buena disposición hacia eso, la soya, que gozó de una inexplicable popularidad y que, insisto, es mucho más nociva que una guerra nuclear, fuera cancelada, salvo o, líquidamente, a un lado del sushi, o en ambientes de secta, tipo yoga en Tepoztlán. En todo caso, no fue inmediato.

Pasada la etapa efímera del chorizo de soya, sufrimos por un tiempo una cosa llamada “germinado”, hecho de la misma planta y equivalente a comer pasto. Se consumía a manera de ensalada. Más o menos por los mismos tiempos, padecimos el cereal Maizoro y los muéganos industriales, que eran nuestra alternativa a los Milky Way. El horror.

A eso me remitió la apuesta presidencial por el Chocolate del Bienestar, pero con un contrastante optimismo derivado de que, sospecho, creo, celebro, la “chocolaterie” cuatroteísta, el gran atelier paraestatal del xocolátl, viene con el sello de garantía de mis bodocones, fogueados con la marca Rocío.

Sí, celebro que el gobierno del cambio se lance a este emprendimiento. Miren: la señora de la casa, que es sanísima en sus hábitos, tiene una extraña afición por consumir el chocolate 99.9% puro, esa práctica masoquista que sustituye al postre, y, créanme, las marcas importadas salen carísimas. Gracias, presidenta.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ

 

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